Somos personas con vida interior, con pensamientos, con sentimientos, con deseos, con emociones, con… Vemos lo que nos rodea y el mundo desde nosotros y lo más fácil es ponernos en el centro de todo. Esto nos trae muchos problemas y nos suele distorsionar la realidad, confundiéndonos y no dejándonos actuar como queremos. Es verdad que vamos aprendiendo en la vida y gracias al evangelio, a no ponernos en el centro, a no ser egocentristas o egoístas. La fe en Cristo nos ayuda a ir poco a poco poniendo a quien es realmente el centro de todo: a Jesucristo, el Señor. No lo es ni cosas, ni proyectos, ni ideales, ni sueños, ni valores, ni personas.

En este segundo día de la Cuaresma, la Palabra de Dios en el pasaje de San Lucas nos dice que si alguno quiere venir en pos de mí, que se niegue a sí mismo, o sea, que se quite del centro de su vida y, además, no pretenda serlo del mundo. Esto tiene tela, vaya, no empezamos con algo fácil y sencillo. Pero es que esto es fundamental para convertirnos, para cambiar, para ser discípulos de Jesús, para que seamos felices de verdad. Ya lo enseña Moisés en los primeros versículos de la primera lectura.

Si no somos conscientes y no trabajamos en dar este paso en el camino que hemos comenzado, todo lo demás será inútil; pierde su sentido de por qué hacerlo. Cuantas personas ganan el mundo entero (dinero, fama, reconocimiento, poder, etc) y se arruinan a sí mismos. Tenemos que poner nuestra confianza en el Señor, eso es ponerle en el centro de nuestra vida. Porque es dichoso el hombre que no sigue el consejo de los impíos, ni entra por la senda de los pecadores, ni se sienta en la reunión de los cínicos; sino que su gozo es la ley del Señor, y medita su ley día y noche.

Y ¿cómo lo hacemos? Jesús nos lo dice: toma tu cruz de cada día y sígueme. Acoge todo lo que eres, lo que te sucede, lo que vives día a día y actúa como Jesús nos enseña con su vida y nos va indicando. Se perseverante y no dudes en confiar en el éxito de esta enseñanza, de confiar en su Persona. A pesar de lo que te cueste y de las caídas que tengas, no dejes de intentarlo hasta el final. Negarse a sí mismo es el comienzo del camino y El Señor protege el camino de los justos.