Hoy la liturgia nos propone para nuestra reflexión en primer lugar uno de los denominados «sumarios» de los Hechos de los Apóstoles. En estos «sumarios», se nos resume en unos pocos versículos el ideal de vida de las comunidades cristianas, no sólo de las primeras comunidades, sino el ideal de cualquier comunidad cristiana de cualquier tiempo y lugar. Y decimos bien el ideal, porque ni si quiera aquellas primeras comunidades cumplían al 100 % lo que proponen los sumarios. Leyendo los Hechos de los Apóstoles, conocemos la historia de la Iglesia naciente que no es perfecta, que tiene dificultades graves, que es santa y pecadora. La lectura de los «sumarios» de los Hechos siempre supone un desafío, una doble invitación, primero a la auto-evaluación, a revisar la calidad de la vida de nuestras comunidades de fe, y segundo a la esperanza, pues la historia nos enseña que pese a las dificultades y limitaciones, el amor de Dios, que vive en la Iglesia se va abriendo paso a lo largo de la historia de la humanidad y que nosotros participamos activamente en esa corriente de amor y en esa historia.

En la lectura del Evangelio seguimos profundizando en el diálogo ente Jesús y Nicodemo. Hoy me gustaría que nos fijáramos en el ejemplo del viento que nos propone Jesús para entender las cosas del Espíritu, dice así: «el viento sopla donde quiere y oyes su ruido, pero no sabes de donde viene ni a donde va». Así se comporta el Espíritu Santo, sopla, está presente en la vida de la Iglesia, esta presente en la vida de los cristianos, en definitiva está presente en mi propia vida, pero su actuación es misteriosa, y a nosotros hoy no nos gusta demasiado el misterio, nos gusta más tener todo bajo control, que todo esté tranquilo dentro de nuestro plan. La acción de Dios no es así, y a veces los cristianos sufrimos como Nicodemo de una cierta narcolepsia, de una pasividad que nos lleva a olvidarnos de que nuestro Dios es un Dios de acción, de vida, siempre sorprendente, porque el amor siempre es sorprendente, no responde con tópicos. Por eso el anuncio de la pasión con la que acaba el fragmento de hoy descoloca a todos, porque la respuesta de amor desbordado de Dios, no encaja en nuestro plan.

Ojalá podamos aprender de la mano de Nicodemo a conocer al Jesús Resucitado que cambió el curso de la historia, y aprendamos en su escuela de amor a cambiar nuestra realidad, pidámoselo hoy con confianza al Señor.