Es esperanzador escuchar el relato de los Hechos en el que se elige a los 7 diáconos para el servicio a los pobres y la administración de la comunidad, sobre todo porque se percibe en el relato la normalidad y la alegría que sustentan el crecimiento de la Iglesia. En esta Europa nuestra en la que parece que la Fe se encuentra en retroceso, estos relatos pueden venir en nuestra ayuda y recordarnos como en los orígenes del cristianismo un reducido grupo de personas (los discípulos no serían miles, si acaso algunos centenares) impulsados por el Espíritu Santo, entusiasmados por el mensaje de Jesús consiguieron cambiar el curso de la Historia y el corazón del Imperio Romano, cuanto más no conseguiremos hoy si abandonamos esa actitud derrotista que tantas veces nos embarga y que sólo responde a nuestra falta de fe.

En cierta medida la Iglesia, especialmente en Occidente, se encuentra en medio de la tempestad, en medio de la oscuridad. Sólo volviéndose al Resucitado, escuchando sus palabras: «No temáis», podrá afrontar el Futuro con esperanza. Puede que a veces nos de miedo el medio en el que vivimos, puede que a veces hasta nos asustemos de lo que Dios nos puede pedir, pero del miedo no puede nacer nada que merezca la pena. Los cristianos no podemos permitirnos el lujo de ahogar el Evangelio con conservadurismo ni miedos, porque el Evangelio es un mensaje de triunfo, es un mensaje de victoria, es un mensaje de Vida. Tal vez no es la victoria, la vida o el triunfo que hoy entiende la posmodernidad, pero eso no le quita razón, ni sentido.

Pidámosle hoy con Fe al Señor que nos ayude a librarnos de nuestros miedos, que ilumine nuestras tinieblas, que calme nuestras tempestades y que podamos afirmar con plena consciencia como el Apóstol: «Sé de quien me he fiado».