Dentro de unas semanas comienzan las primeras Comuniones (bueno, ya ha habido un grupo, pero el grueso comienza el 28). Son muchas celebraciones y grupos grandes para que puedan hacer bien la primera Comunión 340 niños. Entre tantos es normal que haya excepciones: que unos no pueden un día, que los familiares vienen de fuera otro día, que otro tiene una prueba médica, que el de más allá le toca el fin de semana con su padre y a catequesis le trae la madre, etc. Al final hay 15 ó 20 cambios de día que tienes que estar muy pendiente, para que no se pase ningún niño sin comulgar. Es todo una operación de logística, pero no os extrañe que a mediados de junio llame un padre preguntando cuándo hacía su niño la comunión…, ¡somos así!

“Ésta es la voluntad del que me ha enviado: que no pierda nada de lo que me dio, sino que lo resucite en el último día”. ¡Eso sí que es una operación de logística importante! Dios quiere “que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad!, pero ni aún los bautizados acabamos de enterarnos. Y Dios usará todos los medios para que nos demos cuenta. “Aquel día, se desató una violenta persecución contra la Iglesia de Jerusalén; todos, menos los apóstoles, se dispersaron por Judea y Samaria.(…) Saulo, por su parte, se ensañaba con la Iglesia; penetrando en las casas y arrastrando a la cárcel a hombres y mujeres. Los que habían sido dispersados iban de un lugar a otra anunciando la Buena Nueva de la Palabra. Felipe bajó a la ciudad de Samaria y les predicaba a Cristo”. El Espíritu Santo se servirá hasta de la persecución, de la maldad del corazón del hombre, para que se divulgue el Evangelio. Y utilizará hasta el perseguidor para hacerlo Apóstol. Dios no tira la toalla ni se da por vencido. Parece que se crece ante las dificultades. 

Es verdad que hoy la situación no es fácil. El mundo ha dado la espalda a Dios, a apostatado de su Bautismo en Cristo y se persigue a los que anuncian a Cristo. En unas partes del mundo la fe es ridiculizada y en otras perseguida violentamente. Las vocaciones parece que escasean en occidente y buscamos “soluciones de compromiso” que dejen funcionando la maquinaria, pero parece que a veces matando el Espíritu. 

Estando así la situación es momento de dejar trabajar al Espíritu Santo. Espíritu de valentía, de audacia, de arrojo. Espíritu que lleva a todos los creyentes a participar activamente en la tarea de evangelizar. A hablar de Cristo a tiempo y a destiempo, con ocasión o sin ella. Tal vez cierren los púlpitos, entonces se hablará de Dios en los mercados, en el metro, en la Universidad y en el patio del recreo. No podemos dejar de hablar de quien amamos y quien nos ama. La Iglesia no es sólo una institución, es el cuerpo de Cristo que vive en sus calles, plazas y campos. Tenemos que seguir cumpliendo el mandato de ir al mundo entero y anunciar el Evangelio. No podemos tener miedo a Evangelizar, es una falta enorme de caridad, una falta de cariño hacia el otro y una traición a Dios. No podemos estar preocupados de nuestra imagen, sino de ser imagen de Cristo.

Sacerdotes, laicos, Obispos y religiosos tenemos que ser apasionados, porque hemos visto y creído, y tampoco queremos que nadie se pierda, queremos llevarle a Jesús lo que es suyo.

Así que hoy levántate con ganas de “comerte el mundo,” ofrece el día a Dios, pídele luces al Espíritu Santo y de la mano de María vamos a llenar “la ciudad de alegría”