Ayer me dio mucha pena encontrarme a unas niñas deambulando por el complejo parroquial. Como ya había acabado la catequesis les pregunté qué hacían por allí. Habían perdido cerca un patinete y venían a ver si lo habían dejado en la parroquia, tristemente no. Entonces una de las niñas me dijo: “Yo hice aquí el años pasado la primera Comunión”. “¿Y la segunda?” Pregunte yo, ingenuo de mí. “¿y eso qué es?” me contesta. “Pues que hay que hacer la segunda, la tercera, la setecientos veintisiete y la cinco mil doscientas comunión, después de la primera” le dije. “¡Ah!, eso no!” Y se marchó tan contenta con mi recomendación de ir a Misa los domingos. Creo que no solo pasa aquí, pasa en muchísimas más parroquias, la primera comunión es la primera y la última en muchísimos años. Podríamos buscar culpables en los catequistas, en las parroquias, en los métodos de catequesis y en el sumsumcorda, pero sinceramente creo que los máximos responsables son los padres. No conozco catequistas que desean que los niños no vuelvan, ni parroquias que cierren la puerta a los niños, ni métodos de catequesis (ahora), que digan que la comunión provoca cáncer. Sin embargo si conozco muchos padres que al domingo siguiente de la comunión de su hijo hacen el plan de ir al parque de atracciones o a pasear al parque más lejano de la parroquia y ni plantearse el ir a Misa en familia. 

“En verdad, en verdad os digo: si no coméis la carne del Hijo del hombre y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros”. Un cristiano sin Comunión es un cristiano que languidece, se va debilitando y poco a poco entra en coma espiritual. Hay padres que favorecen la anorexia espiritual de sus hijos, y se lamentan cuando ven que están criando un cadáver, sin ilusiones, sin metas trascendentes, que no miran al cielo sino solo a la tierra.

¡Pero no estamos para comenzar el dci con lamentos! Dios es capaz de resucitar a los muertos. Pero sobre todo veo también bastantes familias que se preocupan de la vida de fe de sus hijos. Que desde pequeños acuden en familia a Misa y se les ve hacer su segunda, tercera y decimoquinta Comunión con fe y con alegría. Entonces: “El que come mi carne y bebe mi sangre habita en mí y yo en él”. Muchos días en Misa de 7:45 de la mañana tengo tres monaguillos que no levantan un metro del suelo. Uno hará su primera Comunión el sábado (rezar por el), al pequeño aún le quedan años para hacerla. Y otros niños acompañan a sus padres a Misa antes de ir al colegio con 5 años o menos. Seguramente (no necesariamente), tengan una crisis en la adolescencia, pero será un desmayo, no entrar en coma. Padres y madres, hacer gustar de Dios a vuestros hijos, pues Dios se recrea en ellos.

¿Decimos algo de la conversión de San Pablo que hemos escuchado en la primera lectura? Pues de la conversión en sí mismo no. Pero San Pablo dirá en otro momento: “Os voy a trasmitir una tradición que yo he recibido. Que el Señor Jesús, en la ultima cena, tomo pan…” San Pablo, siendo mayor en edad y niño en la fe, también necesita la Eucaristía. Sólo así podrá decir “Es Cristo quien vive en mi”. Procuremos ir a Misa frecuentemente, a ser posible a diario. No nos de pereza querer vivir para siempre. Si no podemos todos los días al menos los días que podamos entre semana, teniendo esa inquietud en nuestra agenda y en nuestro corazón. Podemos cumplir con Dios, pero es mucho mejor amarle.

Vamos a poner bajo el amparo de la Virgen María a todos los niños que hacen este año su primera Comunión, que con ella nunca se parten de Cristo Eucaristía, y si son capaces de mover el corazón de sus padres serán capaces, por la acción del Espíritu Santo, de resucitar a los muertos.