Yo de pequeño miraba una imagen de la capilla de mi colegio y veía en ella a Dios. Nunca se me olvidará esa imagen del Corazón de Jesús alegre, con los brazos abiertos y con la calidez que transmite la madera. Gracias a las hermanas Esclavas del Corazón de Jesús de la Beata Catalina de María Rodríguez, fui forjando en mi vida una imagen de Dios desde el amor que nos tiene, la reparación y la alegría de la resurrección . Ellas me mostraron un Señor resucitado que te ofrece un camino de felicidad hacia la salvación, con mucho sentido común, y desde la amistad que nunca te falla.

Así es Dios y mucho más. Cada uno vamos conociéndole en nuestra vida y forjando una imagen de Él que queremos que sea lo más fiel posible a Quien es. San Pablo en su discurso de hoy nos garantiza que el anuncio de Cristo que nos presenta es auténtico, porque es testigo de su resurrección, como lo son los apóstoles y tantos discípulos a los que se les ha aparecido el Resucitado, para que den testimonio ante le mundo. Es un testimonio de primera mano que se transmite con toda fidelidad desde el núcleo y lo más importante de nuestra fe: que Cristo murió por nuestros pecados según las Escrituras; y que fue sepultado y que resucitó al tercer día, según las Escrituras; y que se apareció a Cefas y más tarde a los Doce

Y ¿por qué es el núcleo qué no ayuda a conocer a Dios con este anuncio-testimonio? Porque como nos dice Jesús hoy en el pasaje del evangelio de Juan: «Si me conocéis a mi, conoceréis también a mi Padre. Ahora ya lo conocéis y lo habéis visto». El testimonio fiel y transmitido en la Iglesia que me dieron esas religiosas entregadas a la formación de los niños y jóvenes es lo que me ayudó a conocer al Dios vivo que ha caminado conmigo toda mi vida y al que sigo y doy testimonio de Él, algo que no es fácil reconocer; cómo les costó a los apóstoles por más que Jesucristo se esforzaba en ello.

Gracias a la entrega de los apóstoles, como Felipe y Santiago, que hoy celebramos su fiesta, como a la de sus sucesores a lo largo de todos estos siglos en la Iglesia del Señor, nosotros hemos recibido este anuncio y hemos podido conocer a Cristo y, por tanto, hemos podido ver a Dios con la fe que se nos ha transmitido con toda garantía. Por ello es tan importante vivir la fe en comunidad, en la Iglesia, escuchando la Palabra, formándonos, compartiendo y participando de los sacramentos: «Yo soy el camino, y la verdad, y la vida. Nadie va al Padre, sino por mí».

Si no es de esta manera en tu vida, ¿a qué esperas? La Iglesia está a tu lado , en tu barrio, en tu pueblo, cerca de donde vives, acude y participa. Puedes estar sintiendo lo mismo que el apóstol Felipe: «Señor, muéstranos al Padre y nos basta». «Hace tanto que estoy con vosotros, ¿y no me conoces…? Está en tu parroquia, en la comunidad católica cercana a ti. Acude a conocerle.