Viendo los anuncios publicitarios que constantemente nos bombardean, nos damos cuenta que nos venden cada vez más productos, que se supone que son para hacernos una vida fácil y placentera, sin esfuerzo. Nos complicamos tanto la vida, que cualquier cosa que nos la haga fácil nos seduce rápido. Nadie quiere el esfuerzo, ni el sacrificio; cada día se consideran menos como valores. Solo tienes que ver el “famoseo” de la telebasura que vive del cuento.

El camino del Evangelio realmente nos hace la vida más fácil, pero implica esfuerzo y sacrificio. No aparenta nada, pero para el que no conoce a Cristo le parece todo complicado. La propuesta de nuestra fe va hoy contracorriente. Valora el trabajo y la lucha generosa por lo que realmente vale, por lo permanente y verdadero: El Señor es bueno,
su misericordia es eterna,
su fidelidad por todas las edades. ¿Quién es así hoy? La fidelidad se considera de tontos e ingenuos; todo vale.

¿No te sientes así a veces? ¿Estás cansado de ir a la contra? ¿No te da la sensación de que eres uno de los pocos tontos? No sois del mundo, sino que yo os he escogido sacándoos del mundo. Qué importante es darnos cuenta de ello. Aunque tengamos estas sensaciones, la verdad es que el Señor nos ha escogido para sacarnos de la falsedad del mundo y mostrarnos la Verdad. No pertenecemos al mundo, sino a Él. No nos dejamos guiar por la masa, por las modas, por “el qué dirán”, por lo fácil, sino por el Espíritu Santo, como Pablo en el pasaje de hoy de los Hechos.

No te eches atrás. Merece la pena ser cristiano y vivir la fe. Somos distintos; nosotros conocemos al Padre, porque conocemos al Señor y eso nos llevará a triunfar sobre el mundo, porque Cristo ha vencido al mundo.