Comentario Pastoral

NATIVIDAD DE SAN JUAN BAUTISTA

Del silencio de Zacarías nace la última palabra profética del Antiguo Testamento, y de la esterilidad de Isabel nace el que anuncia al Salvador del mundo Juan Bautista se presenta, diciendo: «Yo no soy quien pensáis, sino que viene detrás de mí uno a quien no merezco desatarle las sandalias». Su acción se abría con un bautismo, al cual se sometió el mismo Cristo; su predicación tenía como núcleo central la misma que la de Cristo: «El Reino de Dios está cerca»; su destino fue el mismo que el de Cristo, el martirio. La figura y la existencia del Bautista tiene, pues, una lectura cristológica.

En el nacimiento del Bautista destacan varios aspectos: nace de una madre estéril; se le pone el nombre de Juan (inédito en su genealogía) que significa «favor de Dios»; la mudez del padre desapareció y la noticia se propagó por toda la montaña de Judea; el crecimiento admirable del niño se explica «porque la mano del Señor estaba con él».

La primacía del Precursor está totalmente orientada al Señor, al igual que debe ser la vida de todo discípulo que quiere imitar al Maestro. El cristiano debe ser siempre precursor, misionero de Cristo, señal viva de su presencia en medio de los hombres.

El Bautista es el último profeta de Israel, que recoge todos los suspiros de esperanza de este pueblo primogénito de Dios. Y es el primero que se pone al servicio del evangelio sin buscar privilegios, siendo modelo del servicio cristiano: «Conviene que él crezca y yo disminuya».

El Bautista es embajador del Señor, que habla palabras que se refieren a la verdadera Palabra, que es gracia esplendente y transformadora del hombre. Es modelo del discípulo y del apóstol con una vida totalmente entregada y centrada en el mensaje del Mesías, del cual es siervo y precursor.
El Bautista es el hombre fuerte, limpio y con coraje, que rechaza compromisos fáciles y situaciones cómodas. Su fidelidad y coherencia brillan como su nombre mismo, que significa gracia y donación».

Andrés Pardo

 

Palabra de Dios:

Isaías 49, 1-6 Sal 138, 1-3. 13-14ab. 14c-15
Hechos de los apóstoles 13, 22-26 san Lucas 1, 57- 66. 80

de la Palabra a la Vida

Un paréntesis lleno de enjundia el que nos ofrece, dentro de este Tiempo Ordinario, en el que nos encontramos, la gran solemnidad del nacimiento de Juan Bautista, el mayor de los nacidos de mujer, del cual no sólo celebramos su dies natalis, el día de su muerte, de su martirio, sino también el de su nacimiento, un privilegio reservado a muy pocos…

En este vida que vivimos sucede que a veces es tan difícil encontrar motivos para alegrarse que, cuando uno de estos se da, de inmediato hay que ponerse el traje de fiesta y salir a celebrarlo: la promesa de un precursor es una gran alegría para todo el pueblo. Juan irá delante de aquel que pondrá a todos detrás de sí, él asumirá entonces la tarea de convertir, de preparar, todos los corazones para que se vuelvan a la palabra de Dios, la palabra de salvación que traerá el Mesías.

No deja de impresionar que los cantos del siervo de Yahveh, que la Iglesia emplea durante la Semana Santa para contemplar a Jesucristo camino del calvario, se empleen aquí para describir la tarea del precursor. La continuidad es tal, la comunión es tan grande, que lo que se dice de uno se acerca a lo que puede decirse del otro.

Juan Bautista ha recibido una llamada portentosa, para hacer de su boca una espada afilada, una flecha bruñida, es decir, para convertir su voz y su vida en un anuncio, una predicación de la venida del Mesías. Ahora Israel tiene que entender qué significa el envío del nuevo profeta: significa que la predilección de Dios, que el cuidado de Yahveh sobre su pueblo sigue siendo presente, es eterno, que Dios no se ha echado atrás ni se ha marchado a pesar de su debilidad, de la infidelidad de los suyos, sino que ha permanecido esperando, paciente, sufriendo y a la vez anhelando, el momento oportuno para enviar al Bautista. Un profeta es un signo de una alianza viva. Una alianza que pide ser escuchada, aunque la voz suene fuerte, provocadora, exigente.

Para nosotros, como dice Pablo en la segunda lectura, antes de que llegara Jesús, Juan predicó un bautismo de conversión, que preparó el camino al Cristo. Nuestra vida está llamada a ser, como la de Juan, la que prepare el camino a Cristo, enviado no sólo a Israel, sino a todos los pueblos, de todos los tiempos. Dejar la predicación para los pastores, o la palabra divina solamente para ofrecerla a los niños en momentos puntuales, nos aleja del testimonio que prepare el camino a Cristo hacia el corazón de todos los hombres… y todos somos profetas porque todos hemos recibido el bautismo. No es la cercanía con el párroco, con el obispo o con el papa, la que nos hace hablar de Dios, sino la comunión, la alianza con Cristo establecida en el bautismo.

Por eso, el nacimiento de Juan Bautista es una llamada hoy a ser lo que somos, para que los demás se den cuenta de que Dios los sigue de cerca, se preocupa de ellos y los anima a creer en Él, a prepararle el camino. ¿Quién me habla de Jesucristo, de la necesidad de trabajar el corazón? ¿Doy gracias a Dios por ello? ¿Quién recibe mi palabra sobre Dios, mi testimonio creyente? ¿Doy gracias a Dios por poder darlo? Nuestra vida, aunque parezca a veces olvidada o desértica, es lugar en el que resuena la voz de Juan, que anuncia la presencia de Cristo.

Diego Figueroa

al ritmo de las celebraciones

Algunos apuntes de espiritualidad litúrgica

La directriz fundamental del Magisterio, respecto a los ejercicios de piedad, es que se puedan reconducir al «cauce del único culto que justa y merecidamente se llama cristiano, porque en Cristo tiene su origen y eficacia, en Cristo halla plena expresión y por medio de Cristo conduce en el Espíritu al Padre». Esto significa que los ejercicios de piedad marianos, aunque no todos del mismo modo y en la misma medida, deben:

– expresar la dimensión trinitaria que distingue y caracteriza el culto al Dios de la revelación neotestamentaria, el Padre, el Hijo y el Espíritu; la dimensión cristológica, que subraya la única y
necesaria mediación de Cristo; la dimensión pneumatológica, porque toda auténtica expresión de
piedad viene del Espíritu y en el Espíritu se consuma; el carácter eclesial, por el que los bautizados, al constituir el pueblo santo de Dios, rezan reunidos en el nombre del Señor (cfr. Mt 18,20) y en el espacio vital de la Comunión de los Santos;

– recurrir de manera continua a la sagrada Escritura, entendida en el sentido de la sagrada Tradición; no descuidar, manteniendo íntegra la confesión de fe de la Iglesia, las exigencias del movimiento ecuménico; considerar los aspectos antropológicos de las expresiones cultuales, de
manera que reflejen una visión adecuada del hombre y respondan a sus exigencias; hacer patente la tensión escatológica, elemento esencial del mensaje cristiano; explicitar el compromiso misionero y el deber de dar testimonio, que son una obligación de los discípulos del Señor.


(Directorio para la piedad popular y la liturgia, 186)

Para la Semana

Lunes 25:

2Re 17,5-8.13-15a.18. El Señor arrojó de su presencia a Israel, y solo quedó la tribu de Judá.

Sal 59. Que tu mano salvadora, Señor, nos responda.

Mt 7,1-5. Sácate primero la viga del ojo.
Martes 26:
San Josémaría Escrivá de Balaguer, presbítero. Memoria.

2Re 19,9b-11.14-21.31-35a.36. Yo escudaré a esta ciudad para salvarla, por mi honor y el de David.

Sal 47. Dios ha fundado su ciudad para siempre.

Mt 7,6.12-14. Tratad  a los demás como queréis que ellos os traten.
Miércoles 27:

2Re 22,8-13;23,1-3. El rey leyó al pueblo el libro de la alianza encontrado en el templo y selló ante el Señor la alianza.

Sal 118. Muéstrame, Señor, el camino de tus leyes.

Mt 7,15-20. Por sus frutos los conoceréis.
Jueves 28:
San Ireneo de Lyon, obispo. Memoria.

2Re 24,8-17. Nabucodonosor deportó a Jeconías y a todos los ricos de Babilonia.

Sal 78. Líbranos, Señor, por el honor de tu nombre.

Mt 7,21-19. La casa edifica da sobre roca y la casa edificada sobre arena.
Viernes 3:
San Pedro y san Pablo, apóstoles.Solemnidad.

Hch 12,1-11. Era verda d: el Señor me ha libradode la mano de Herodes.

Sal 33. El Señor me libró de todas mis ansias.

2Tim 4,6- 8.17-18. Ahora me aguarda la corona merecida.

Mt 16,13-19. Tú eres Pedro, y te daré las llaves del reino de los cielos.

Sábado 3:

Lam 2,2.10-14.18-19. Grita al Señor; laméntate,Sión.

Sal 73. No olvides sin remedio la vida de tus pobres.

Mt 8,5-17. Vendrán muchos de oriente y occidente y se sentarán con Abrahán, Isaac y Jacob.