El verano es una buena época para ordenar. Más aún en una parroquia grande en la que durante el curso pasan muchas personas y muchas veces se deja algo fuera de su sitio, con el pensamiento: “Luego vengo y lo dejo en su sitio.” Y llegado agosto sigue en el lugar que no le corresponde. Uno va de sorpresa en sorpresa y de asombro en asombro, y de enfado en enfado cuando ve juntos los tres destornilladores que ha comprado ese año pues “había desaparecido”. Lo mejor es poner cada cosa en su sitio y así saber donde buscarlo. Es nuestra pretensión en septiembre…, en octubre estaré comprando destornilladores.
«Si nos echas, mándanos a la piara».
Con esta frase me basta para el comentario de hoy. Los demonios de esos dos endemoniados, según la versión de San Mateo, se introducen en los cerdos y estos se abalanzan por el acantilado. Jesús, que es alguien ordenado, les deja ir a los cerdos y estos ni aguantan la presencia de los demonios. El fruto del demonio es el pecado y parece mentira que no nos demos cuenta de la fealdad del pecado, que ni los cerdos lo aguantan. Sin embargo, nosotros nos dedicamos a pactar con el diablo, a hacer las paces con nuestros pecados: “Quiérete así” “No te hagas violencia” “Déjate llevar” …
El pecado, acuérdate, es lo más inhumano que existe. Va contra nosotros mismos y siendo completamente infructuoso nos quiere vender sus inexistentes frutos. El pecado deshumaniza y no puede dar nada, sólo quita y concede el vacío. Y esa humanidad rota sólo puede recomponerla la Gracia que Cristo nos trae con su encarnación, vida, muerte y resurrección y ascensión. Por eso en la vida del cristiano -en realidad en la de ningún hombre-, tiene cabida el pecado. Ni el pecado ni los pecadillos. Leía ayer sobre un pobre hombre que viajaba en avión y olía tan mal que tuvieron que hacer aterrizar el avión y hacerle bajar. Fue motivo de muchos comentarios jocosos y de risas sobre la suciedad de aquel hombre. Ayer leíamos que se le había contagiado una enfermedad, que los médicos no supieron detectar, que hacía que su cuerpo vivo se iba descomponiendo como si estuviera muerto y falleció hace unos días. Rezad por él. Y así es el pecado, va matando la vida de la persona, le rodea de un hedor insoportable y aunque muchos se lo tomen a risa, acaba con la muerte del alma y del cuerpo. No es tema de risa.
Señor, expulsa mis demonios, líbrame de mis pecados, no dejes que pacte con ninguno y vaya acabando con la vida de la Gracia que me concedes. Haz, Señor, que los sacerdotes se sienten a confesar, estén siempre dispuestos a sanar heridas con la fuerza del Sacramento y no nos dediquemos a pactar con el diablo, que busquemos el bien, no el mal, y viviremos.
Mira a María, podía pecar y no pecó, eligió siempre la mejor parte y nadie se la arrebatará. Que sea nuestra maestra, modelo y auxilio, con ella nada temas.
Nota de la redacción: Para la confección de este comentario no se ha maltratado a ningún cerdo y desde aquí hacemos llegar todo nuestro respeto y admiración hacia la familia de los “Sus scrofa domestica”, de los que nos gustan hasta los andares.
He de reconocer que algunas veces me hace gracia algún comentario, pero al terminar hoy y leer la nota de la redacción, he soltado una gran carcajada, han estado muy ocurrentes.
Dicho ésto, diré que
creo que muchas veces nos sentimos muy a gusto con nuestros pecados, tiene razón Padre, es una situación muy cómoda; el diablo sabe hacer muy bien su trabajo, y nos hace creer que todo está bien, pero si continuamos en ese camino, nuestra alma se va muriendo poco a poco; por eso tenemos que pedir la gracia, y podemos conseguirla a través de la confesión.
Hace unos días experimenté una gran alegría que manaba de mi interior, no sabría ni cómo explicarlo, era algo inusual, pero muy muy especial, me hizo vivir el día con mucha intensidad; más tarde me percaté de lo era, fue «el Sacramento de la penitencia», sí, por la mañana me había ido a confesar y me sentía genial; no es que tuviera unos pecados muy gordos, pero la paz interior que sentí fue maravillosa.
Desde aquí, quiero dar las gracias a todos los sacerdotes, porque a través de ellos recibimos el perdón del Señor y la luz de la fe.
Señor, danos sacerdotes para que puedan mostrarnos y guiarnos por el camino de la verdad y la vida, y así poder llegar hasta ti.
Cómo siempre cura muy bueno, desde Tucumán Argentina, un fuerte abrazo
Agradezco especialmente, como feligresa, su llamamiento a que haya más sacerdotes atendiendo los confesionarios. A veces se hace muy difícil tener que acudir a las sacristías «a la caza y captura» de un cura que esté dispuesto a confesar.
Muchas gracias.
Yo doy gracias a Dios, ya que en la Residencia de los Jesuitas de Bilbao siempre hay alguien confesando, es más, normalmente hay cola para hacerlo ; reconozco que no es lo normal en el resto de las iglesias.
Muchas gracias por el comentario, se nota que es más de jamón que de fútbol!! Rezo por todos los sacerdotes.
Paren de hablar de jamones que tengo añoranzas del jamón serrano español. Aquí en Paraguay se venden los envasados que, definitivamente, no son iguales. Reconozco que andamos deleitándonos de los «jamones» de la vida hechos de cerdos infestados de demonios. Que nuestra purísima madre, la Virgen Inmaculada, venga en nuestro auxilio. Amén
Gracias por tan interesantes reflexiones, saludos desde Nebaj, Quiché, Guatemala.
Como siempre, sus comentarios alimentan y motivan el alma. Llenan de esperanza y alientan a vivir preparados ante el Señor.
Muchas gracias Padre.
Mi oración siempre por todos los sacerdotes. Bendiciones.