La primera lectura de hoy es realmente preciosa. Dios, ansía el amor de cada persona que ha creado, aunque parezca paradójico, se puede decir que lo necesita. Y, para ello, no duda en salir al encuentro de todos, como buen padre misericordioso.
Cabe preguntarse si hemos experimentado esta realidad de nuestra vida, si, como el profeta, hemos escuchado que el Señor nos dice: «Me casaré contigo en matrimonio perpetuo; me casaré contigo en derecho y justicia, en misericordia y compasión; me casaré contigo en fidelidad, y te penetrarás del Señor».

Si no hemos sido capaces de descubrirlo, una primera cosa que hacer es pedírselo al Señor con toda humildad, como el hijo que sabe que su padre no le va a negar nada que verdaderamente necesite. El nos responderá, pero también es cierto que tenemos que ir preparando nuestro corazón, comenzando por intentar tener la actitud del rey David tras pecar contra Dios mandando morir a Urias: la humildad de quien sabe que todo depende de Él.
Desde ahí, siempre hay que estar atentos a cómo nos habla y nos dice que desea esposarse con nosotros a través de la oración, la lectura de la Palabra, los acontecimientos de nuestra vida y la historia que nos ha configurado.

Hoy puede ser un buen día para buscar lo que Dios nos dice en cada una de estas dimensiones de nuestra vida.

Está muy claro que no siempre es fácil, pero el Señor nos muestra hoy en el Evangelio que siempre está dispuesto a darnos aquello que nos convenga, incluso por encima de la muerte. Si creemos que Dios todo lo puede, ¿por qué a nosotros no nos va a tocar el premio gordo? ¡A por ello!