Ezequiel 24, 15-24

Dt 32, 18-19. 20. 21 

san Mateo 19, 16-22

 

“El joven se fue triste, porque era rico.” San Marcos nos dice que el Señor lo miró “con cariño” y esto suele bastar para que nos caiga simpático.

Este joven del Evangelio de hoy “hace cosas buenas” y por eso se cree bueno. El Señor enseguida se da cuenta de lo que hay en su corazón: “¿Por qué me llamas bueno?.” Conozco personas que hacen “cosas buenas,” a veces porque son tan tontos o tan torpes para hacer “cosas malas,” que incluso intentan justificar así su pequeñez de corazón. Son tibios, nunca se entregan del todo, pero no sólo contentos con esos procuran ver a los demás como otros tibios. La tibieza es su medida de la realidad y buscan justificarse haciendo ver que eso es “lo normal” (como decíamos ayer). Son incapaces de misericordia pues son incansables buscadores de los defectos de los demás no para criticarlos, sino para autoafirmarse en su “bondad.” Como el fariseo creen que “yo no soy como esos” y como mucho muestran una conmiseración hacia los defectos de “los demás.” A veces estos individuos se agrupan (poniendo un tupido velo entre los defectos de unos y de otros), y se consideran “mejores” que el Papa, que los eclesiásticos, que sus párrocos, que las beatas de Misa diaria, que los contemplativos y religiosas y que todo bicho viviente. Son los “lobbies” de la tibieza que tienen todo el día las palabras “Jesús” y “Evangelio” en sus bocas para justificar sus “virtudes.”

Jesús conoce sus corazones. Cristo no quiere una pléyade de “buenecitos” sino testigos: “vente conmigo.” “Ezequiel os servirá de señal; haréis lo mismo que él ha hecho.” Ezequiel, obedeciendo al Señor, escandalizó a los “buenos” pero serían esos mismos los que renegarían del Señor poco después. Encontrarse con Cristo no admite disimulos ni tergiversar sus palabras y llegará el día en que los tibios se encontrarán con el Señor y se darán cuanta de la falsedad de su vida, entonces tendrán que elegir: seguir con su mentira o decidirse a ir detrás de Cristo.

Es entonces cuando hay que dar “el salto,” comprender que “Uno solo es Bueno” y es mucho mejor de lo que podríamos pensar y soñar en nuestra pequeña mente y nuestro corazón enano. El “salto” es decir sí a la misericordia de Dios, darnos cuenta de nuestro auténtico tesoro, dejar detrás al “hombre viejo,” aceptar la mirada de cariño del Señor y seguirle sin condiciones, aunque algunos te desprecien, como a San Roque.

Desgraciadamente, como el joven del Evangelio, muchos no están dispuestos a dejar de ser “los buenos”, pero como ya han conocido a Cristo ese “lobby de los justos” se convierte en el “lobby de los amargados” que viven tristes y procuran amargar a los demás, no es que no sigan a cristo porque no le conocen, no le siguen porque no quieren.

Mira tu vida y la de los demás con los ojos de nuestra Madre del cielo. Pregúntate en serio ¿qué puedo perder siguiendo a Cristo? Y confiando en la seguridad de la guía de María ponte a caminar detrás de Cristo, a donde te lleve.¡Serás feliz!.