Lunes 3-9-2018 (Lc 4,16-30)

«Fue Jesús a Nazaret, entró en la sinagoga y se puso en pie para hacer la lectura». Las buenas historias siempre comienzan por el principio. Y así empieza san Lucas su relato de la vida pública de Jesús: por el principio. También nosotros nos encontramos a comienzo de curso, en los primeros días de septiembre, y, a pesar de la melancolía de las vacaciones, nos encontramos con muchas expectativas por delante, proyectos, deseos, propósitos… Cada tiempo nuevo que comienza es una nueva oportunidad que Dios nos da para acerarnos más a él y acoger su gracia en nuestra vida cotidiana. En cada comenzar y recomenzar, el Amigo que siempre nos acompaña nos sale a nuestro encuentro. Jesús siempre está ahí, con el deseo de que esta vez sí que vayamos dispuestos a dejarnos guiar por Él. Está ahí desde el principio, desde el primer instante. Por eso el evangelista comienza por el principio (¡vaya una novedad!), para dejarnos bien claro que, desde el minuto uno, Jesús está a nuestro lado en este nuevo curso que ahora emprendemos.

«Hoy se cumple la Escritura que acabáis de oír». Jesús ha leído un pasaje del profeta Isaías. Un fragmento que habla de un futuro incierto, de un personaje misterioso, de una promesa desconcertante: «El Espíritu del Señor está sobre mí, porque él me ha ungido. Me ha enviado para anunciar el Evangelio a los pobres, para anunciar a los cautivos la libertad, y a los ciegos la vista; para dar libertad a los oprimidos, para anunciar el año de gracia del Señor». Hoy se cumple esta Palabra del Señor. No mañana, no el año que viene, no al final de los tiempos. Hoy. Ahora. Aquí. Hoy dice Jesús que el Evangelio es anunciado a los pobres, los cautivos son liberados, los ciegos recobran la vista. Hoy es el año de gracia del Señor. Estas palabras no pueden ser más desconcertantes: el futuro incierto es ya hoy, el personaje misterioso lo tienen ahí delante, la promesa se ha cumplido… Y esto te lo dice a ti Jesús. Hoy, en tu vida diaria, en tu quehacer cotidiano, puedes vivir en el año de gracia del Señor. Aquí y ahora, si estás cerca de Él, se hacen verdad todas las palabras del Evangelio. ¿Te atreves a emprender de una vez por todas esta apasionante aventura?

«Y todos le expresaban su aprobación y se admiraban de las palabras que salían de sus labios». No se puede expresar la emoción que embargaría a todos los pesentes en la sinagoga. Emoción, sí, pero a la vez dudas e inquietudes. De hecho, este pasaje acaba de una manera bastante decepcionante, con la incomprensión de los más cercanos de Jesús. Porque ante estas palabras del Señor no caben medianías o cómodas respuestas. O aceptamos su mensaje, escuchando con aprobación y admirándonos de sus palabras; o furiosos y a gritos le rechazamos hasta el punto de querer deshacernos de Él. O aceptamos el hoy de la salvación, o dejamos pasar el supremo instante de la gracia. O estamos dispuestos a seguir hoy a Jesús y abrirle las puertas de nuestro corazón o, como dice un gran poeta, “mañana le abriremos respondía, para lo mismo responder mañana”.