La liturgia nos ofrece para nuestra reflexión hoy un texto de Lucas en el que se relata la llamada de los Doce. Este texto es uno de los típicos que se conocen como vocacionales, y que hace referencia a la misión especial que un pequeño grupo (12) de los discípulos que seguían a Jesús reciben como encomienda.

Quizá una de las cosas más particulares del texto consista en analizar las acciones de Jesús que vienen determinadas por los verbos. El Señor subió al monte y pasó la noche en vela… estamos acostumbrados a escuchar y a leer en los comentarios bíblicos la importancia del Monte como lugar de oración, como lugar de encuentro con Dios… sabemos que Jesús subía al Monte a orar antes de los episodios importantes de su vida, seguramente a todos nos vuelve a la mente la escena en el Monte de los Olivos preámbulo de la Pasión, sin embargo nos pasa más desapercibido que pasó la noche en vela.

¿Qué implica pasar la noche en vela? La acción en si misma es neutra, solemos asociarla al cuidado de un enfermo, o al cuidado de una madre por su hijo… si bien es cierto que pasar la noche en vela (sin dormir) no es extraño para la gente joven, de hecho la vida de muchos jóvenes de nuestro país entrelaza noches en vela, de fiesta dirán ellos… Puede que ambos matices, el del cuidado y el de la fiesta estén contenidos en la vela de Jesús, el del cuidado porque en esas acciones trascendentales que Jesús prepara en oración se juega la salvación de los hombres y Cristo cuida amorosamente en su oración a la humanidad suficiente. También algo festivo hay en su vela, pues en la elección de los Doce se confirma su misión, se le da continuidad… Sin embargo no agotan ambos matices la profundidad de las noches en vela de Jesús.

Esa vela nocturna en oración nos pone deferente a nuestra propia vida. ¿Cómo tomo yo las decisiones importantes de mi vida? ¿Cuanto tiempo me doy? ¿Me paro a reflexionar en oración profunda delante del Señor o más bien me dejo llevar por la inercia? En muchas ocasiones el cristiano del S. XXI tiene miedo de las noches en vela con el Señor, porque en ellas Dios habla alto y claro, y cuando Dios habla no podemos permanecer indiferentes. Recuerdo con una sonrisa triste aquel chaval que tras tener experiencia de Dios decidió ignorarla, me imagino la misma sonrisa triste en los labios de Jesús ante le Joven Rico.

Ojalá podamos encontrar en nuestra visa esos espacios para el Encuentro, ese tiempo en soledad delante de Dios que nos transforma y nos cambia la vida, pues lo que pasa después de esa experiencia se convierte en fuente de felicidad y de sentido para nuestra vida.