Isaías 29. 17-24; Sal 26, 1. 4. 13-14; Mateo 7,12.24-27

Algunas veces me dan envidia los ciegos que aparecen en el Evangelio. Se acercan a Jesús implorando a gritos su curación y, una vez recuperada la vista, anuncian con agradecimiento el favor recibido. Desobedientes a veces, pero agradecidos siempre.
Cuando vamos al oculista y nos dice que nos hacen falta gafas puede molestarnos si pensamos que va a afectar negativamente a nuestra imagen, pero cuando te coloca los cristales y te das cuenta que todo lo que creías que veías bien estaba borroso, y notas que existe la profundidad y que los objetos tienen perfiles definidos, parece que estás en un mundo nuevo. Sales a la calle mirando a tu alrededor como si fuese la primera vez que contemplas el mundo que te rodea.
Otra cosa son los locos. No les hará falta visitar a Barraquer pero interpretan el mundo a su manera. Cuando has tenido que visitar algún psiquiátrico y ves a alguna ancianita a la que el paso de los años ha ido asemejando increíblemente con las tortugas Ninja y se cree una “sex-simbol” que provoca pasiones a su alrededor, te da verdadera lástima. Los que en su familia padecen a un enfermo de Alzehimer saben que son agotadores.
Hablando de la fe podríamos pensar que hay muchos “ciegos”. Yo creo que no. El ciego busca. Cualquiera tiene a su disposición, a unos cuantos “clic” de ratón, la posibilidad de conocer todo el Magisterio de la Iglesia, tiene fácil acercarse al Evangelio y tratar de vivirlo. Aunque encuentre dificultades en su ambiente para descubrir a Cristo buscará donde sea necesario, pedirá ayuda, reconocerá su ceguera. Gritará en una buena confesión: “¡Soy ciego!”. Y Cristo le dirá “¿Crees que puedo hacerlo?” y le concederá de nuevo la vista. Verá el mundo de una manera nueva, como si fuese la primera vez, con los ojos de Cristo.
Las cegueras en la fe son quizá menos peligrosas y más reversibles. No así determinadas “locuras”. En este mundo nuestro hay muchos mas “locos”. Interpretan la fe a su manera. Hacen que Dios haga siempre su voluntad (extraña pirueta del Padrenuestro). Lo que no les convence es integrista, la doctrina es intolerancia, la cruz y la mortificación son masoquismo. Para otros “locos” la caridad es modernismo, la conversión es contemporizar, el diálogo es laxitud. Se les distingue fácilmente, sus frases suelen contener los dichosos “para mí”, “en mi opinión” “a mi entender”.
Los “ciegos en la fe” a veces me dan envidia, son capaces de volver a ver, sin acostumbrarse a Dios, de una manera nueva. Los “locos en la fe” me agotan y me aburren, no hay manera de sacarlos de sus “particularismos”.
“Pronto, muy pronto” llegará el Señor (es tan corta una vida larga). Madre mía, si he sido ciego guíame para que ese día “sin tiniebla ni oscuridad verán los ojos de los ciegos”; pero no me dejes ser loco y entonces “los que habían perdido la cabeza comprenderán y los que protestaban aprenderán la enseñanza” y, comprendiendo, no quiera salir de “mi mundo”