Samuel 17, 32-33. 37. 40-51; Sal 143, 1. 2. 9-10; San Marcos 3, 1-6

Un extremo:“Anda con Dios”, le dice Saúl a David antes de enviarle para lo que creía una “muerte cierta”. “Anda con Dios” le dice el que había “rechazado al Señor” y había sido por Dios “rechazado como rey”. Parece mentira cuantas veces usamos el nombre de Dios a lo largo del día (cada vez que decimos “adiós”) pero sin concederle crédito.
Otro extremo: “Se quedaron callados”, los vigilantes de la letra son incapaces de escuchar a la Palabra y les da tanta rabia que también quieren mandarle a una “muerte cierta”: “se pusieron a planear con los herodianos el modo de acabar con él”.
Seguimos pidiendo por la unidad de los cristianos. Hay dos extremos que impiden el acercamiento entre los que reconocemos a Cristo como Salvador y Señor porque lo que hacen es enviar los intentos de unión a una “muerte cierta”.
Por un lado están los que usan el nombre de Dios sin confianza, en el mundo todo les parece repleto de filisteos enormes y sanguinarios, infranqueables para sus fuerzas y, como no confían en Dios –pues no le tratan- ven la batalla perdida. Son los que habitualmente no van a Misa mas que de vez en cuando pero aprovechan para criticar al sacerdote pues ellos hubieran predicado mejor y celebrado con más unción; no rezan diariamente pero critican a las viejecillas de las iglesias como “beatorras” y la piedad popular como supercherías; son incapaces de declarar su fe en público o con sus actos pero se declaran entendidos en “materia religiosa” pues fueron monaguillos de pequeños, son los que les gustaría que los “filisteos” fueran pequeñitos, cabezones y gafotas para derrotarlos ellos solos pues en Dios no se puede confiar.
Por otro lado están los que son “mas papistas que el Papa”, todo les parece mal y sólo ellos tienen razón. No examinan su vida sino la de los demás; no piden perdón de sus pecados sino de los del vecino; la Iglesia va muy por detrás de ellos en cuanto a virtud y sólo ellos son el paradigma de la ortodoxia; rezan pero sólo para ellos y sus asuntos, una oración que acaba siendo en vez de un diálogo con Dios una auto-justificación de sus actos: cuando alguien les corrige le hieren o le hacen el vacío, cuando descubren una virtud en otro que ellos no tienen la convierten en defecto.
En el fondo son iguales unos a otros. “Echando en torno una mirada de ira, y dolido de su obstinación, …”, pocas veces vemos a Jesús con ira, pero sale airoso para dar la vida por ti y por mí. Tú intenta ser como David, muy pequeño comparado con los problemas que nos rodean pero ve hacia ellos “en nombre del Señor” y con las pequeñas piedras de tu fidelidad diaria vencerás los obstáculos más insalvables. Tú intenta ser como el hombre con parálisis en el brazo, aunque el ambiente “se pueda cortar” si Cristo quiere que extiendas el brazo, extiéndelo y él hará el resto. Cuando seamos humildes seremos ecuménicos pues no habrá barrera, dificultad, ambiente adverso, criterio personal o social que Cristo no pueda superar por nuestro medio. María, madre mía, ayúdame a confiar más.