Samuel 1, 1-4. 11-12. 19. 23-27; Sal 79, 2-3. 5-7 ; San Marcos 3, 20-21

“Se juntó de nuevo tanta gente que no los dejaban ni comer”. La actividad del Señor sigue siendo desbordante, su único interés: anunciar la Palabra de Dios y acoger y enseñar a aquellos que caminaban “como ovejas sin pastor”. En tiempos de nuestro Señor no debían conocer la jornada intensiva o partida, las 35 horas laborales o el fin de semana, los días de libre disposición o los “moscosos”, el derecho a vacaciones pagadas y el fin terapéutico del ocio. Vivir el Evangelio tiene unas consecuencias y exige de nosotros que seamos consecuentes, seguir a Cristo no es una tarea para unos instantes al día es una tarea para toda la vida, para cada instante.
Consecuencias del seguimiento a Cristo: Trato constante con el Señor con el que no dejamos de dialogar y de poner en sus manos cada situación de nuestra vida; disposición permanente para servir a los demás aunque parezca que “abusen” de nuestra buena voluntad; renuncia de derechos, incluso buenos y nobles, para que otros puedan gozar del derecho de conocer y seguir a Cristo y palpar el amor de Dios en la práctica de la caridad y, unido a todo esto, (“vinieron a llevárselo, porque decían que no estaba en sus cabales”), desprecio de muchos -incluso de los más cercanos-, por ser consecuente con el Amor de Dios.
Consecuentes con el seguimiento de Cristo: Preparando cada día los momentos de dialogo con nuestro Dios y el encuentro con Cristo en la Santa Misa, tratando a todos (hasta a los “malos”, los aprovechados, los “trepas y pelotas”, los falsos y mentirosos) como hijos de Dios, de tal manera que puedan oír de tus labios y de tu vida una palabra de aliento; arrancando de nuestra vida el “no puedo” y sustituirlo por “haré lo posible” y pedir luces en la oración para tomar las mejores decisiones; cuidando a tu familia, a los tuyos, para que sean los primeros que puedan acudir a ti y encuentren las palabras de aliento de Jesús.
¿Te parece una esclavitud?. Tienes razón, es la esclavitud de María (“he aquí la esclava del Señor”) que entrega su vida por amor al que realmente nos ama y es el mismo Amor, del que entregándose se hace realmente libre pues hace cada cosa del día porque quiere, porque ama, del que cambia a otros “señores”, que te hacen esclavo de tantos “dimes y diretes”, por el Señor que te ama como a un hijo y es el primero en estar a tu servicio. Hoy, sábado, ¿te imaginas a María triste cuando dijo el “fiat”, “hágase” aunque intuyese las consecuencias que le traería?, ¿Te imaginas a María no siendo consecuente con el amor de Dios?, le costó pero cuando no entendía entonces confiaba y “guardaba todas estas cosas en su corazón”.
Más vale entregarse que lamentarse como David por Saúl y Jonatán, si todos hubiéramos estado siempre anunciando el Evangelio no tendríamos las Iglesias divididas y el Cuerpo de Cristo roto. María, madre buena, ayúdanos a ser consecuentes para que todos seamos uno y así el mundo crea.