Nehemías 8, 2-4a. 5-6. 8-10; Sal 18, 8. 9. 10. 15; Corintios 12, 12-30; San Lucas 1, 1-4; 4, 14-21

Cuando la vida da suficiente de sí, me gusta ver esta serie de televisión en que los investigadores del laboratorio de criminología resuelven casos a partir de pequeñas pruebas, de indicios que parecen invisibles y de un meticuloso estudio del lugar del crimen en el que interrogan hasta a los chinches. Sin duda ayuda a cuidar las cosas pequeñas y el orden pero también está el personaje – más o menos chulesco-, del director del equipo de investigación que conoce los resultados de todas las pruebas y análisis, intenta saber cómo son los sospechosos y las víctimas y es el que al final une las distintas piezas del puzzle y ofrece la solución del caso.
En algunas predicaciones o explicaciones de la Palabra de Dios me parece estar ante agentes del C.S.I.: hacen autopsia del texto, analizan cada paráfrasis, someten a prueba cada versículo…, como si tratasen con un cadáver, con una palabra muerta. La investigación bíblica es muy importante y nos ayuda a descubrir mejor el sentido y las circunstancias en que se va revelando el designio de Dios; pero no podemos olvidar que la Palabra de Dios es viva y eficaz como “espada de doble filo”, que no es una palabra para “ayer” que nos ayuda a ser más o menos buenos sino que es actual: “Hoy se cumple esta escritura que acabáis de oír.” La Palabra de Dios se cumple en Cristo que es el mismo “ayer, hoy y siempre”, no es palabra muerta que analizar en busca de consejos morales o justificaciones de nuestra propia vida.
Si estás leyendo hoy domingo este comentario seguramente hayas leído antes las lecturas y hayas hecho un rato de oración con ellas, pero cuántas veces al asistir a Misa ha terminado el credo y ya se te ha olvidado cuál era el Evangelio, de qué iban las lecturas o qué hemos contestado en el salmo. No te preocupes, vuelve una vez más sobre ella y aprende a escuchar la Palabra de Dios, haz como el pueblo de Israel que se embebía escuchando la lectura del libro de la Ley, o la sinagoga que “tenía los ojos fijos en él (en Jesús)”, hazte uno más en la escena que relatan las lecturas, escucha a Dios que te habla a ti por medio del Espíritu Santo en la Iglesia, no quieras “pillar” a Dios en un renuncio o justificar tu vida ante Él arrojándole a la cara su Palabra. No es un alegato a la ignorancia, fórmate, estudia y cuanto más, mejor; pero no te vuelvas aséptico ante la Palabra de Dios, no hagas como los cirujanos que tapan completamente al paciente, excepto la zona a intervenir, sin importarles –y hacen bien- si operan a su padre, su hermano o al más feroz enemigo.
“Todos los miembros del cuerpo, a pesar de ser muchos, son un solo cuerpo” y todos regados por el flujo sanguíneo de la Palabra de Dios, el Magisterio y la Tradición de la Iglesia que nos vivifica y nos hace sentirnos todos necesarios. Santa María ayúdame a tomar también en mis brazos la Palabra de Dios que tú meciste y viviste con tanto cariño.