Samuel 26, 2. 7-9. 12-13. 22-23; Sal 102, 1-2. 3-4. 8 y 10. 12-13 ; Corintios 15, 45-49; San Lucas 6, 27-38

Una vez fui a pedir un crédito (pequeñito, era para comprar un DVD a plazos, no para pagar un chalet en Torremolinos) y la mujer que tan amablemente me atendió me preguntó mi profesión (yo iba con alzacuellos, no me había puesto el traje de bombero para la ocasión), y muy amablemente me dijo que no habría problema pero que tenía que hacer una llamada breve. Cogió el teléfono, explicó el asunto, nombró la palabra “párroco” a lo que siguió una serie de “yaes” ,“síes” ,“claros” y cuando colgó me dijo (con la misma amabilidad de siempre): “Lo siento pero a los diplomáticos, artistas y religiosos no les concedemos crédito” (espero que se refiriese sólo al crédito económico, no a no dar crédito a ninguna de mis palabras porque pienso que una chica tan simpática no sería miembro de una secta luciferina). Así que me quedé sin DVD, pero vino bien pues ahora te lo regalan al comprar tres paquetes de chicle y antes eran muy caros. Me imagino que en el manual de la concesión de créditos de la empresa debajo de la palabra “religioso” tendrían puesta la cita del evangelio de hoy: “Y si prestáis sólo cuando esperáis cobrar, ¿qué mérito tenéis?” y no les generaba demasiada confianza esa forma de vida.
Nosotros sí queremos concederle crédito a Nuestro Señor y hacerle caso cuando nos dice: “Amad a vuestros enemigos, haced el bien a los que os odian, bendecid a los que os maldicen, orad por los que os injurian”. Y esa frase tan conocida por católicos y no católicos: “Al que te pegue en una mejilla, preséntale la otra” y que te suele recordar el que te ha dado el bofetón físico o moral mientras la sangre te hierve y estás dispuesto a responderle: “Sí, pero al que te pide. dale” y darle.
Ayer el apóstol Santiago nos hablaba de domar la lengua, hoy el Señor nos habla de domar el corazón. Hoy por hoy muchos actúan por los sentimientos y son como veletas que se mueven al viento que sopla. El “sentirse” de tal o cual manera parece que justifica cualquier acción, respuesta y comportamiento. Los sentimientos son importantes, parafraseando el Evangelio podríamos decir “también los pecadores los tienen”, pero el cristiano tendría que tener “los mismos sentimiento de Cristo Jesús” aunque nos cueste la cruz. “Nosotros, que somos imagen del hombre terreno, seremos también imagen del hombre celestial”, nuestro primer impulso puede ser de “animal” pero domando nuestro corazón nuestra respuesta será la del “hombre celestial”.
“Abisay dijo a David: Dios te pone al enemigo en la mano. Voy a clavarlo en tierra de una lanzada; no hará falta repetir el golpe”. Ya comentamos una vez un texto muy parecido aunque en esta ocasión Saúl está dormido y no en el “excusado”. David se lo impide a Abisay “no se puede atentar impunemente contra el ungido del Señor” aunque tal vez su primer pensamiento fuese “lo matamos y me quito de problemas”.
Piensa que cada vez que no te compadeces de alguien, cada vez que condenas en tu corazón, cuando no perdonas, cuando no das, estás negando crédito a nuestro Dios y “la medida que uséis la usarán con vosotros”, no es una amenaza es la medida que tendrá tu corazón para amar a Dios. Aunque muchas veces te apetezca “tomarte la justicia por tu mano” déjale al único Justo que haga justicia y tus pesares ponlos en manos de la Virgen.