Comentario Pastoral
CONVERSIÓN INAPLAZABLE

Jesús nos enfrenta con el realismo de la vida y de la historia. Nos enfrenta a cada uno con sus propias responsabilidades. Nos lleva a reflexionar sobre los acontecimientos, a descubrir el significado de la historia que a cada uno nos toca vivir y el sentido hondo de los hechos colectivos, políticos, en los que todos estamos implicados.

Estos sucesos, nos señala Jesús, son signo de la precariedad del hombre sobre el mundo y de la maldad que nos rodea y amenaza por la culpa que vamos segregando todos. Nos conducen desde la fe, a sentir la solidaridad en la culpa y a comprender la gravedad del momento, por insignificantes que nos puedan parecer nuestras faltas personales. Nos descubren nuestra condición de pecadores y nos reclaman estar prontos para la conversión. Son como invitación de Dios a abrirnos más allá de sí mismos. Son como índices de lo que Dios quiere: que yo pecador me convierta y viva, descubriendo por mí mismo lo que es justo.

Conversión significa estar abiertos al misterio del reino como don de amor y urgencia de un cambio que es posible. Sin este cambio, llegará la muerte como pérdida y fracaso. Si nos convertimos, el mal, el dolor, la muerte serán camino hacia el misterio, hacia la vida de Dios que ya tenemos.

No cabe el pesimismo sombrío; sino la conversión y la esperanza en un cambio fundamental que permita a la persona y a la comunidad humana y eclesial realizar su destino. Si las cosas van mal no cabe resignarse, desmoralizarse o inhibirse, sino ponerse manos a la obra para enderezar el rumbo torcido y colocar la vida, la historia, en su ruta verdadera.

Esta es la llamada a la conversión, propia del tiempo de Cuaresma y de todo tiempo; si no os convertís, todos pereceréis.

Andrés Pardo


Para orar con la liturgia
Por Cristo concedes a tus hijos anhelar, año tras año,
con el gozo de habernos purificado, la solemnidad de la Pascua,
para que, dedicados con mayor entrega a la alabanza divina y al amor fraterno,
por la celebración de los misterios que nos dieron nueva vida,
lleguemos a ser con plenitud hijos de Dios.


Prefacio I Cuaresma


Palabra de Dios:

Éxodo 3, 1-8a. 13-15

Sal 102, 1-2. 3-4. 6-7. 8 y 11

Corintios 10, 1-6. 10-12

san Lucas 13, 1-9

Comprender la Palabra

Las lecturas Bíblicas de los Domingos 3º, 4º y 5º de Cuaresma ponen de relieve sucesivamente en los tres ciclos A, B y C, los tres Aspectos principales, que caracterizan la Cuaresma, a saber, el Aspecto Pascual, el más relevante, en el ciclo B, el Aspecto Catecumenal, en el ciclo A; y el Aspecto Penitencial, en el ciclo C., en que estamos.

La Cuaresma nace ante todo como tiempo de preparación para celebrar la Solemnidad de la
Pascua (Aspecto Pascual). Posteriormente, enseguida, será también el tiempo de preparación intensi-va a¿, los catecúmenos, que recibirán los Sacramentos Pascuales. Bautismo, Confirmación y Eucaristía, en la Noche de la Pascua. Y será también el tiempo de preparación intensiva de los penitentes (según la antigua forma del Sacramento de la Penitencia), que serán reconciliados con la Iglesia en la mañana del Jueves Santo,

Sin embargo, en Cuaresma todos somos catecúmenos, que en la Solemne Vigilia Pascual recibiremos la Aspersión del agua bautismal, y todos somos penitentes, invitados a recibir el Sacramento de la Penitencia.

Penitencia quiere decir cambio de manera de pensar, conversión de nuestros desvíos al camino de Dios. En este sentido la reiterada advertencia del Señor en la Lectura del Evangelio. «Si no os convertís, todos pereceréis de la misma manera». Sólo el Camino de Dios lleva a la vida, es decir, a laperficción, a la plenitud, de la vida eterna.

Moisés (2ª Lectura), en la Teofanía de la Zarza, que arde sin consumirse, es llamado por Dios, para que abandone el camino elegido de su huída, de su seguridad personal, y se convierta al camino, que Dios le señala: volver a Egipto para sacar de allí al Pueblo de Dios y conducirlo (Éxodo, Pascua) por el camino del Desierto a la Tierra Prometida.

El Apóstol San Pablo (2ª Lectura) evoca aquél Camino (Éxodo, Pascua) -conversión al Camino de Dios- y al evocarlo no puede menos que pensar en los dos grandes Sacramentos Pascuales, que celebraremos en la Solemne Vigilia Pascual :»Nuestros padres atravesaron el mar (Rojo) y todos fueron bautizados en Moisés por la nube y el mar y todos comieron el mismo Alimento Espiritual (el maná) y todos bebieron la misma bebida Espiritual (el agua de la roca)… » Pero no perseveraron en el camino, se extraviaron y «perecieron «.

El Apóstol nos advierte que «esto sucedió en figura (anuncio profético) para nosotros… y que fue ese rico para escarmiento nuestro «. Pura que cuanto hemos sido bautizados en Cristo y recibimos el mismo Alimento Espiritual y la misma Bebida Espiritual (el Sacramento de la Eucaristía del Cuerpo y de la Sangre de Cristo) no caigamos en la tentación de desviarnos del camino de Dios y perezcamos.


Avelino Cayón


el Sínodo Diocesano

¿Cómo celebramos nuestra fe? (II)


Los sacramentos son signos del amor de Dios, que nos transforma haciéndonos vivir su misma vida y colaborar en su trabajo. Dios es quien da el primer paso, pero nosotros tenemos que estar dispuestos a dejarnos a transformar por Dios. Por eso, quien va a recibir los sacramentos de la iniciación cristiana, que empieza en el bautismo, se fortalece en la confirmación y llega a su plenitud en la eucaristía, tiene que prepararse: darse cuenta de lo que va a hacer y ejercitarse en la vida nueva en la que introducen los sacramentos.

Esta preparación normalmente no se consigue en un momento. Es un proceso prolongado, en el que se deben superar no pocas dificultades. Lo que cuenta el evangelio de san Juan que pasó al ciego de nacimiento, curado por Jesús, nos ayuda a comprender lo que pasa a quienes se preparan para los sacramentos, y a quienes los reviven y actualizan.


Cuadernillo, nº 3, pág. 36

al ritmo de la semana


San José, esposo de la Virgen María – 19 marzo

San José es «el hombre justo» que Dios dio por esposo a la Virgen Madre, «el servidor fiel y prudente que puso al frente de su familia, para que, haciendo las veces de padre cuidara a su único Hijo, concebido por obra del Espíritu Santo, Jesucristo nuestro Señor» (Prefacio). El esposo de María es guía seguro y amoroso, defensa y sostén en la pobreza del trabajo cotidiano (carpintero) y en la tormenta de la persecución (huída a Egipto). No se conserva ninguna palabra de San José, pero se dice de él que fue dócil a la voz de Dios: su silencio que acata la voluntad de Dios es más elocuente que muchas palabras. Su obediencia es extraordinaria, inspirada en una gran fe para admitir el prodigio de la virginidad de su esposa y madre a la vez, extraño y contrario a cualquier expectativa mesiánica de su tiempo. El Mesías será hijo de David porque José, desciende de David, del linaje. José, el hombre justo y bueno, descubre el misterio de la presencia y de la acción de Dios en su esposa, y sabe situarse ante él, primero con el gesto de retirarse y luego obedeciéndole en la misión que se le confía. José fue guardián de Cristo y de su madre virgen, los dones más grandes que Dios podía confiar a un hombre. «Señor, protege sin cesar a esta familia tuya … y conserva en ella los dones que con tanta bondad le concedes».


J. L. O.

Para la Semana

Lunes 3:

2 Reyes 5,1-15a. Muchos leprosos había en Israel, sin embargo, ninguno de ellos fue curado, más que Naamán el sirio.
Lucas 4,24-30. Jesús igual que Elías y Elíseo, no ha sido enviado únicamente a los judíos

Martes 3:

Daniel 3,25.34-43. Acepta nuestro corazón contrito y nuestro espíritu humilde.

Mateo 18,21-35. El padre no os perdonará si cada cual no perdona de corazón a su hermano

Miércoles 3:

Deuteronomio 4,1.15-9. Escucha los mandatos y decretos que yo os mando cumplir.

Mateo5,17-19. Quien cumpla y enseñe los preceptos del Señor será grande en el reino de los cielos.

Jueves 3:

Jeremías 7,23-28. Aquí está la gente que no escuchó la voz del Señor, su Dios.

Lucas 11,14-23. El que no está conmigo está contra mí.

Viernes 3:
San José, esposo de la Virgen María.

2 Samuel 7,4-5a. 12-14a. 16. El Señor Dios le dará el trono a David su padre.

Romanos 4,13-16-18.22. José hizo lo que le había mandado el ángel del Señor.

Mateo 1, 1 6.18-21,24a. José hizo lo que le había mandado el ángel del Señor.

o Lucas 2,41-5 1 a. Mira que tu padre y yo te buscábamos angustiados.

Sábado 3:

Oseas 6,Ib-6. El Señor no quiere sacrificios ni holocaustos, sino misericordia y conocimiento de él.

Lucas 18,9-14. La oración auto-justificante del fariseo en el templo. Oración justificada del publicano humillado ante el Señor.