Hechos de los apóstoles 1,15-17. 20-26; Sal 112,1-2.3-4.5-6.7-8 ; san Juan 15, 9-17

Hace ya unos cuantos años un matrimonio intentaba explicar en un cursillo prematrimonial la paternidad responsable y que los hijos eran un don de Dios. .Uno de los participantes, realmente indignado, se levantó y expuso el plan de vida que él ya había trazado para su futuro único hijo: Guardería en que le iniciasen en el idioma de Shakespeare, colegio de pago con actividades deportivas y culturales, estudios universitarios en economía y derecho y llegaba hasta el Master en el Reino Unido (tenía unas tendencias anglófonas bastante desarrolladas este novio, futuro padre). Para conseguir esto los medios estaban claros: Trabajarían padre y madre de la criatura, lo que implicaría un gasto extra de una niñera, pero gracias al pluriempleo superarían esa dificultad y, después de veintisiete años de duro trabajo mañana tarde y noche, tendrían: ¡un licenciado!. Con el esfuerzo que le costaría sacar adelante un sólo hijo cómo se atrevían a plantearle tener alguno más, lo tenían bien claro, después del primero “se cortaba la coleta.”
El matrimonio que daba el cursillo se sentía abrumado por la mala educación y el montón de argumentos (ahora tan asumidos, pero entonces más raros) y el novio se creía triunfador al ver los movimientos de asentimiento de las cabezas de los otros participantes. Me tocó intervenir, aunque no era mi charla, y no pude menos que preguntarle: “Le vas a dar muchas cosas a tu hijo, se ve que quieres lo mejor para él, lo que te honra, pero ¿Has pensado darle algo de tiempo?, ¿Se te ha ocurrido que el amor hay que expresarlo con la vida entregada y no con un cheque?, ¿Y si tu primer hijo nace enfermo o, Dios no lo quiera, sufre algún accidente a lo largo de su vida?, ¿No crees que será posible que sin figura paterna y materna se entregue en brazos de la droga? (en aquel entonces la droga dura corría por las venas y por las calles, ahora sigue siendo igual de dura, e incluso peor: viene escondida en pastillitas). “Imposible –me contestó-, eso no entra en mis planes.” Menudo argumento, tampoco entraba en los míos ser sacerdote y ¡aquí estoy!.
A veces cuando se oyen tertulias, se leen “confidenciales” en Internet, se escucha conversaciones de algunos sabios sacerdotes, se tiene la imagen de que la Iglesia es un grupo de intrigantes haciendo planes sobre el futuro de la “empresa”, proponiendo nombres de “papables”, “cardenables”, “obispables”, “parrocables” según oscuras y complicadas estrategias diplomáticas. “Rezaron (…) Echaron a suertes, le tocó a Matías, y lo asociaron a los once apóstoles” ¡Menuda estrategia!, ¡se lo juegan a pares o nones!. Mira, en tu vida, en la Iglesia y en el mundo podremos hacer cien mil planes perfectos, cuarenta mil estrategias, pero Dios hará lo que le dé la gana. Ciertamente existirán una pléyade de intrigantes que se sentirán satisfechos cuando se cumplen sus profecías, pero sinceramente ¿vale la pena perder el tiempo en esas especulaciones?.
Cada día cuando celebro la Santa Misa renuevo, antes de salir de la sacristía, mi intención de hacer sólo lo que la Iglesia hace, y sé que, a pesar de mi indignidad, el pan y el vino se convierten en el Cuerpo y Sangre de Cristo. Ayer dijimos que comentaríamos el crecer en la virtud: empieza aumentando la virtud de confiar siempre y en todo en la voluntad de Dios en su Iglesia, con la misma confianza que pones en nuestra Madre del cielo, que es la que hace que tu actuación sea eficaz.”No sois vosotros los que me habéis elegido, soy yo quien os he elegido y os he destinado para que vayáis y deis fruto y vuestro fruto dure.”
Ah, y si tienes el hobby de intentar planificar la acción del Espíritu Santo según tu corto criterio: ¿has intentado hacer maquetas?, es más entretenido.
(Ingenuo -me diréis-, pues sí pero dispuesto a dar la vida por mis amigos sin investigar antes si voy a ganar algo con ello.)