Reyes 19, 19-21; Sal 15, 1-2a y 5. 7-8. 9-10 ; san Mateo 5, 33-37

Hoy no se me ocurre ningún ejemplo concreto, estoy pensando en la fiesta de mañana. ¡Ya está!, se me ocurrió el ejemplo. Cuando no hacemos algo, enseguida buscamos excusas, presentamos cien mil razones para justificarnos o empezamos una historia que dejaría a Esopo como un aficionado.
“A vosotros os basta decir sí o no.” Es complicado en una época con tantas palabras el valorar la propia palabra. La sinceridad nace de la confianza y del propio conocimiento. Muchas veces somos desconfiados respecto a la palabra de los demás, vemos dobles o triples intenciones, creemos que los demás nos odian o nos tienen manía y por eso se han olvidado de nuestro encargo o buscan principalmente su interés y quieren engañarnos. Otras veces somos nosotros mismos los que ponemos un montón de excusas que no nos piden intentando quedar bien.
Mañana a los europeos nos corresponde ir a las urnas a votar. En este año en España que hemos tenido tantas veces elecciones escuchamos horas y horas de propaganda electoral. Promesas, proyectos, futuras inversiones nos rodean por diestra y siniestra y después viene el análisis de los primeros treinta días, los siguientes cien días, el primer año, etc. Y siempre se habla de promesas incumplidas pero rodeado de tantas palabras que al final no se aclara uno cuál es la promesa incumplida o el objetivo logrado.
Si en nuestra vida interior, en nuestra confesión o en la dirección espiritual conseguimos ser sencillos y no “mitineros” verás como creces. El día que te duermas en la oración no busques justificaciones, sé sencillo y comenta: “me dormí.” Cuando tengas un arranque de ira no cuentes lo inoportuna que fue esa persona, simplemente di: “me enfadé, no vi al otro como hijo de Dios.” Cuando derroches tus bienes en caprichos no justifiques lo necesario que es tal o cual artículo, sencillamente comenta tu falta de pobreza.
La sencillez impulsó a Eliseo a seguir a Elías sin pedirle promesas de futuro o un programa electoral a cumplir en cuatro años, simplemente: “marchó tras Elías y se puso a sus órdenes.” Para seguir a Cristo hace falta la misma disposición. Pedro lo aprendió bien -“aunque todos e abandonen, yo no lo haré”-, y se marchó a buscar níscalos; pero cuando fue sencillo y veraz –Señor, tú lo sabes todo, tú sabes que te amo-, se convirtió en pescador de hombres. Busca tú mismo esa sencilla sinceridad, deja que te conozcan como eres, despide a tu asesor de imagen interior y consigue que tu sí sea sí y tu no, no.
“No juréis en absoluto” (poner a Dios por testigo de lo que decimos). Pero Dios es testigo de nuestros mayores triunfos y de nuestro estrepitosos fracasos. A Dios le basta nuestro “sí,” lo intentaré con todo el corazón y el apoyo de la Gracia, y si fracasamos está siempre para cogernos en sus brazos llagados y darnos una oportunidad más, un aliento más, un impulso más.
La Virgen es la mujer sencilla pues todo lo hacía delante de Dios Padre, de su Hijo y del Espíritu Santo. Pídele esa sencillez y sinceridad de corazón y de lengua.