Génesis 14, 18-20; Sal 109, 1. 2. 3. 4 ; san Pablo a los Corintios 11, 23-26; san Lucas 9, 11b-17

No, no estoy convocando para ninguna manifestación pero la calle es importante. Hace algún tiempo una feligresa se encontró con un famosillo por la calle (es decir, lo vio a unos diez metros) y no paró de contárselo a todo el mundo como si hubiesen compartido mesa y mantel. Los que aparecen en las revistas y en la televisión llaman la atención cuando descubres que de verdad existen, se mueven y respiran, no son una “realidad virtual.” Cuando te tropiezas con ellos el comentario es inmediato: “es más alto que en la tele,” “más viejo,” “menos simpático,” etc.
“Dadles vosotros de comer.” El Señor no hace un anuncio de “Panrico,” da alimento a todo ese gentío de una manera real, “se saciaron”, no se quedó en buenas palabras o en un consuelo efímero sino de una manera verdadera y generosa, “las sobras: doce cestos.”
Hoy es el día del Cuerpo y la Sangre del Señor. En mi parroquia no hay tradición de procesiones, nos quedamos en la parroquia y participaremos en la de la Diócesis. Cuando estaba en pueblos de la sierra si salía el pan de vida a la calle, recorría sus altares y bendecía sus calles y sus gentes. Es necesario sacar la Eucaristía a la calle, que se provoquen encuentros repentinos con aquellos que una vez le recibieron y, a lo mejor (o a lo peor), le han olvidado. Que los cristianos nos conmovamos al encontrarnos, frente a frente, con el Rey de reyes que no es una realidad virtual, es Jesucristo sacramentado que está en el sagrario, en el altar, en la calle.
Seguramente muchos que “comieron y se saciaron” no entendieron nada, se quedaron en la anécdota y en el comentario. Pero a pesar de su falta de fe no se quedaron privados del alimento. ¡Te das cuenta!, Tú y yo nunca llegaremos a entender la grandeza de Cristo Eucaristía, lo que hacemos -y lo que hace Él en nosotros-, cada vez que comulgamos; lo que ocurre cuando se escucha en la iglesia “Esto es mi cuerpo” “esta es mi sangre.” Y a pesar de no entender casi nada, Dios no deja de actuar en nosotros, no nos priva del alimento cotidiano.
Por eso: ¡A la calle!. Hoy con la custodia y con Cristo avanzando en cabeza y acompañado con nuestros cantos y nuestra oración. Mañana en tu pecho, habitando en tu alma en gracia. Pero cuando cualquiera se encuentre con la procesión de hoy, o contigo mañana, que se encuentre con Cristo, pan de vida.
Tal vez alguno se ría, blasfeme o desprecie el paso de la Eucaristía por la calle o tu vida de hijo de Dios. ¡Hemos cambiado tan poco los hombres en veintiún siglos!. No te importe. Cada día cuando consagro repito en mi interior las palabras del Señor a Nicodemo: “Cuando sea elevado a lo alto atraeré a todos hacia mí”, si no presumimos del amor de “Dios con nosotros” que no nos merecemos de ninguna manera ¿De qué nos gloriaremos?. Si escuchas faltas de respeto durante la procesión recuerda las palabras de Jesús en la cruz “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen” y reza por ellos como Cristo rezó por los que lo crucificaban.
María es el primer sagrario, estará “al pie de la custodia.” Camina con ella y caminarás con Cristo. Y en tus ratos delante del sagrario nunca te canses de decir: Gracias.