Corintios 5, 1-8 ; Sal 5, 5-6. 7. 12 ; san Lucas 6, 6-11

En una reunión de amigos, donde el espectro de pensamiento, condición y estado, era bastante variopinta, alguien comentó acerca de la existencia del demonio como algo típico para asustar a los niños. Como cuando de pequeños, para que nos fuéramos pronto a dormir, nos decían: ¡Hay que irse ya a la cama porque, si no, vendrá el “Coco” y te comerá! Yo, como sacerdote, no sólo di mi opinión, sino que yendo directamente a los Evangelios, argumenté presentando esos momentos en los que el Señor habla de la existencia del diablo… y no es precisamente para tomárselo a broma.

No me imagino a san Pablo, intentando disuadir al individuo de la comunidad cristiana que nos relata hoy en su carta a los Corintios, amedrentándole con historias para niños: “Con el poder de nuestro Señor Jesús he entregado al que ha hecho eso en manos del diablo”. Es lo que se denomina excomunión. Apartar al que ha realizado semejante abominación de la comunión con la Iglesia. Pero aún más, entregándolo al poder de las tinieblas. ¡Vamos!, que escuchamos al Santo Padre, o a algún Obispo de la Iglesia Católica, formular semejante condena en nuestros días, y ya nos encontraríamos, no sólo con acusaciones de “reaccionarios”, “trasnochados”, “aparcados en el medioevo”, etc., sino que, incluso, alguien acudiría al Tribunal de la Haya por semejante atropello. Todo esto, si antes, no se nos toma por locos.

“Ese orgullo vuestro no tiene razón de ser”. Tanto el amigo que me hablaba del “Coco”, como aquellos que se mofan de los contenidos de nuestra fe Católica, están pero que muy equivocados. ¿Alguien quiere que le demuestre la existencia del demonio? Que cada uno mire en su interior y vea. ¿Rencor?, ¿amargura?, ¿odio?, ¿desesperanza?… Te estás dando la respuesta. Aunque, como decía el Papa, la mejor manera de demostrar la existencia del diablo es asegurar que no existe.

No estoy diciendo que vivamos en medio de gente poseída por el diablo (?), pero aquel que piense que no ha de tener a Dios en su alma, tiene que saber que “otro” ha de ocupar ese lugar inexorablemente… El alma, mi querido amigo, no es un invento de “beatas”, es un “lugar” creado por Dios para que inhabiten el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Cualquier otro “personajillo” (y la soberbia es el camino para ello) que lo ocupe, no hará más que estorbar la acción de Dios.

“Tú no eres un Dios que ame la maldad, ni el malvado es tu huésped, ni el arrogante se mantiene en tu presencia”. Dios no quiere el mal para nadie. Ni siquiera lo quiso para Lucifer. Pero la libertad tiene ese gran poder: O amamos a Dios, o “amamos” al maligno. No hay término medio. Puede venir, sin embargo, el listo de turno, diciendo que ni ama a uno ni a otro, que, simplemente, se ama a sí mismo. ¿Crees, de verdad, que tienes el suficiente poder para mantenerte en la existencia eternamente? Mientras que el cuerpo tiene fecha de caducidad, el alma ha sido creada para la eternidad, y llegará el momento en que reclame ese cuerpo que abandonó “temporalmente”. Y lo que hayas decidido en esta vida, será lo que te acompañe para siempre: Dios o…

“Ellos se pusieron furiosos y discutían qué había que hacer con Jesús”. Esto es lo que ocurre cuando se nos acaban los razonamientos: nos ponemos hechos una fiera. Desearíamos en muchas ocasiones que Dios pensara según nuestros criterios y pareceres. ¿No resulta todo tan matemáticamente evidente cuando las cosas salen según nuestros planes? Pero viene la contradicción, se acabaron las respuestas, y comienzan los grandes interrogantes e inquietudes sin resolver.

Cristo, no es que nos dé todas las respuestas, sino que Él es la única respuesta… Durante estos días venimos leyendo en el Evangelio las veces que Jesús expulsa demonios, y cómo ellos lo reconocen como el Hijo de Dios. ¿Seremos incapaces de ver el bien que realiza Cristo en nosotros, y que sean “otros” quiénes nos lo recuerden?

¡Ah!, y esta noche, cuando vayas a acostarte, recuerda rezarle a la Virgen. Verás como el “Coco” te dejará en paz.