Corintios 15, 35-37. 42-49; Sal 55, 10. 11-12. 13-14 ; san Lucas 8, 4-15

Es San Lucas el que ha recogido para todos nosotros una parábola del Señor que nos llena de agradecimiento a Dios por la claridad con que se nos dice las cosas, y por la fidelidad con que sus discípulos recogen sus enseñanzas: “salió el sembrador a sembrar su semilla”. Este inicio, para quienes le escuchaban les situaba en medio de su trabajo habitual; vendría a ser como si ahora el Señor iniciara una parábola diciéndonos: “salía un ama de casa a comprar”. Lo que hemos oído en el Evangelio del día de hoy, aunque viene con ejemplo campestre, lo entendemos perfectamente.
La semilla que cae al “borde del camino”, la que cae en “terreno pedregoso”, la que cae “entre zarzas”, la que cae, finalmente “en tierra buena”. El Señor nos habla de cuatro tipos de almas. Fijaros que ya no habla al menos de cuatro modos de responder a la fe. Al leer esta enseñanza del Evangelio, en que “yo no tengo culpa alguna porque es que soy tierra entre zarzas, o estoy en un ambiente totalmente pedregoso y, ¡pobre de mi! no puedo dar más de lo que doy porque ‘de donde no hay no se puede sacar’”; o lamentos o excusas similares. Esto no es así. Es cada uno en la vida lo que –ciertamente con la ayuda de Dios—, lo que quiere ser en el ámbito espiritual.
Puede ser que uno haya querido ser médico y no lo haya conseguido, pero esto no es imprescindible para alcanzar la vida eterna; sin embargo, si es necesario –el Señor nos lo reclama a todos— ser santos, “santos como mi Padre celestial”, dirá en otra ocasión el Señor, es decir, tierra buena donde pueda fructificar la palabra de Dios, es decir, la fe; o dicho con palabras de Jesús en este mismo Evangelio de la Misa de hoy: “Los de la tierra buena son los que con un corazón noble y generoso escuchan la palabra, la guardan y dan fruto perseverando”. Y esto sí es exigible para todos nosotros, tener un corazón noble y generoso, escuchar la palabra de Dios y guardarla o, que es lo mismo, la ponen en práctica.
De este Evangelio de hoy aún podemos sacar otra enseñanza. Los discípulos al parecer no entienden qué es lo que ha querido decir su Maestro con esto de la semilla, “entonces le preguntaron los discípulos ¿qué significa esa parábola?”. Esta actitud de los discípulos también es para nosotros una lección de humildad: no pasa nada por preguntar lo que uno no sabe, acudir a quien tu pienses que te pueda ayudar a resolver el problema que tengas, y que haga relación a alguna verdad de fe, alguna enseñanza del Magisterio de la Iglesia, a algo que no hayas entendido en una homilía en la Misa del domingo. Quizá puedes, al terminar, acercarte a la sacristía y ver el momento más oportuno para ti y par el sacerdote para que nos “explique la parábola”.