Gálatas 5, 18-25; Sal 1, 1-2. 3. 4 y 6 ; san Lucas 11, 42-46

“Las obras de la carne están patentes: fornicación, impureza, libertinaje, idolatría, hechicería, enemistades, contiendas, envidias, rencores, rivalidades, partidismo, sectarismo, discordias, borracheras, orgías y cosas por el estilo”. Como se diría vulgarmente: ¡estamos arreglados! Vamos a considerar estos “ejemplos” que nos pone san Pablo acerca de nuestras debilidades.

– Fornicación e impureza. Haciendo referencia explícita al sexto y noveno mandamientos de la Ley de Dios, ya se ve que “lo normal” que vemos anunciado y predicado a través de tantos medios y “buenos” consejos, no es precisamente lo que Dios espera de nosotros. La impureza de corazón es un auténtico obstáculo para reconocer a Dios en el mundo.
– Libertinaje. “Hacer lo que me da la gana” nunca se identificará con el querer de Dios. Vivir esclavos de nuestras pasiones es vivir en la tristeza y en la mentira.
– Idolatría y hechicería. Primer, segundo y tercer mandamiento de la Ley de Dios, y que muchos se lo pasan por el arco de sus caprichos. ¿El motivo?: si Dios no llena mi vida, otros habrán de ocupar mi corazón roto, pedigüeño de compasión mundana.
– Enemistades, contiendas, envidias, rencores, rivalidades, partidismo, sectarismo, discordias, borracheras y orgías. Cuarto, quinto, séptimo y décimo mandamientos de la Ley de Dios. Resulta fascinante observar cómo se “despacha” san Pablo con todo aquello que atenta contra la caridad. ¿Hay alguien que diga que todas estas acciones pertenecen a otra época, distinta de la nuestra, y a la que hemos bautizado “tiempo de progreso y tolerancia”?.
– … y cosas por el estilo. ¿Qué querría decir el Apóstol con esta coletilla? Que cada uno haga examen personal y sincero. Y si no te interesa, será bueno que, a partir de este momento, dejes de leer estos comentarios. ¡El tiempo apremia, y ya basta de tanta autocompasión, cuando en realidad hacemos oídos sordos a todo lo que tenga que ver con exigencia personal y entrega a Dios! (¿me he pasado?).

Pero no te preocupes. El mismo san Pablo nos da la respuesta. Para ello, nos muestra cuáles son los frutos del Espíritu Santo: “amor, alegría, paz, comprensión, servicialidad, bondad, lealtad, amabilidad, dominio de sí”. La única condición es estar en gracia de Dios… Y siempre hay un confesionario en la esquina de tu barrio.

Podríamos decir que el Evangelio de hoy es más de lo mismo. Por eso, me quedaré con el último párrafo de la carta a los Gálatas: “Y los que son de Cristo Jesús han crucificado su carne con sus pasiones y sus deseos. Si vivimos por el Espíritu, marchemos tras el Espíritu”. No, no son expresiones del medioevo. ¿Ya has descubierto por qué las cosas no van tan bien en el mundo?

Una caricia de nuestra madre la Virgen nunca podrá contradecir el “bocinazo” de hoy. Pídele a ella que yo también sea bueno… a la medida de lo que espera Jesús.