Apocalipsis 14, 14-19; Sal 95, 10. 11-12. 13 ; san Lucas 21, 5-11

En la primera lectura de la Misa de hoy, del libro del Apocalipsis, se nos habla de una nube blanca, y sobre ella, “sentado encima uno con aspecto de hombre, llevando en la cabeza una corona de oro y en la mano una hoz afilada”. No es difícil pensar en seguida en Dios, que sobre una nube va a proceder al juicio final.

Un juicio final que, una vez más, conviene no olvidar y tener a la hora de realizar nuestros pensamientos, palabras y obras, pues llegará irremisiblemente para todos nosotros. De otro modo, quedarían impunes tantas injusticias y males irreparados eternamente. Lo que repugna nuestra razón.

La descripción del juicio final se presenta en estos pasajes que hoy comentamos, en dos escenas o imágenes: la siega -“Arrima tu hoz y siega; ha llegado la hora de la siega, pues la mies de la tierra está más que madura”- leemos; y la vendimia -“Arrima tu hoz afilada y vendimia los racimos de la viña de la tierra, porque las uvas están en sazón”-. Pasajes que están en perfecta consonancia con la profecía de Joel cuando dice: “que se levanten y suban las naciones al valle de Josafat, que allí me sentaré para juzgar a todas las naciones de alrededor. Meted la hoz, que la mies ya está madura. Venid, pisad, que está lleno el lagar, rebosan las cavas, pues abundó su maldad”.

En este año de la Eucaristía, nos puede ayudar la primera lectura de la Misa de hoy: estar con más devoción cuando el Señor se hace realmente presente en el altar -por la transustanciación-, que es cuando el sacerdote pronuncia las palabras consagrantes.

El significado que se le ha dado a estos pasajes es que ese final está relacionado con las oraciones de los santos y de los mártires, que mueven a Cristo a actuar, de ahí que la Iglesia, inmediatamente después de que se haya hecho presente Cristo en el altar por la Consagración de las especies eucarísticas, clama por su segunda venida -la Parusía–, que será su triunfo definitivo: “Anunciamos tu muerte, proclamamos tu resurrección. ¡Ven Señor Jesús!.

Vivamos con esta presencia de Dios de su segunda venida, seguros de que a pesar de lo que dice el pagano -“comamos y bebamos que mañana moriremos”-, el esfuerzo por vivir los mandamientos y las virtudes cristianas, tendrá su justa recompensa cuando nos pongamos, todos, delante de Dios.