San Juan 3, 22-4, 6; Sal 2, 7-8. 10-12a ; San Mateo 4, 12-17. 23-25

A veces nos revolvemos un poco contra el Señor porque no atiende nuestras súplicas. Porque le pedimos y no nos escucha. Y nuestro posible enfado sube de grado cuando además nos viene a la cabeza que Él ha dicho aquello de “pedid y se os dará” o como, precisamente en la primera lectura de la Misa de hoy nos dice el apóstol san Juan: “cuanto pidamos lo recibimos de él”. El colmo: “eso -podemos decir quizá levantando un poco la cabeza y con firmeza- eso si que no es cierto, mire usted”.

Bien. San Juan hoy dice: “Cuanto pidamos lo recibimos de él, porque guardamos sus mandamientos y hacemos lo que le agrada”.

Bueno, aquí ya parece que el Señor nos dice que nos da lo que le pidamos pero hay un añadido que convendría pensar un poco. (Por supuesto entendemos que estamos pidiendo cosas buenas ya que a veces nosotros aunque sabemos que la petición es buena en sí misma, no sabemos si lo es en sentido absoluto, es decir, para que nos sea concedida en ese momento, para esa persona, etc.) Pero ¡en fin! a parte de esto, antes de “enfadarnos” con el Señor deberíamos preguntarnos -es lo que hoy nos sugiere San Juan- si yo “guardo sus mandamientos y hago lo que le agrada”.

¿Realmente tenemos conciencia de estar haciendo en todo “lo que le agrada”? Pienso que la respuesta no debemos darla precipitadamente. Digo esto, porque el Señor parece distinguir entre no hacer pecados mortales, lo que llamamos graves -“guardamos sus mandamientos”- y luego añade un grado superior, “hacemos lo que le agrada”.

Y a continuación nos explica exactamente -por esto se lo agradecemos a San Juan- a qué se refiere con eso de “sus mandamientos” y con lo de “lo que le agrada”. Así, nos especifica en la primera lectura: “Y éste es su mandamiento: que creamos en el nombre de su Hijo, Jesucristo, y que nos amemos unos a otros, tal como nos lo mandó. Quien guarda sus mandamientos permanece en Dios, y Dios en él; en esto conocemos que permanece en nosotros: por el Espíritu que nos dio”.

La cosa se ha puesto difícil y podemos empezar a pensar que “es lógico” que no seamos escuchados en tantas ocasiones porque si bien Dios puede hacer de las piedras panes, es decir, seguro que Él puede cumplir su parte, seguro que puede darnos lo que le pidamos, quizá somos nosotros los que tenemos más dificultad en cumplir la parte que a nosotros toca.

Por eso “queridos: no os fiéis de cualquier espíritu, sino examinad si los espíritus vienen de Dios, pues falsos profetas han salido al mundo”. Es muy fácil el oír a gente quejarse contra Dios echarle en cara esto y lo otro, y pocas veces pensamos que quien realmente está fallando soy yo. Hagamos un examen sincero para que nuestra vida mejore y así, de una parte más fácilmente seremos escuchados por Dios, y, si aquello que pedimos no sale, entenderemos con más facilidad que será quizá que no nos conviene. Y estaremos siempre contentos aceptando siempre y en todo la voluntad de Dios.