Hebreos 11, 32-40; Sal 30, 20. 21. 22. 23. 24; Marcos 5, 1-20
De vez en cuando es bueno recordar a los Simpson, esos personajes de la “Fox” que critican todo y enseñan tanto. (Además es bueno recordar a un buen amigo que me tiene que pasar los DVD que me tiene prometidos ). En uno de los capítulos Bart Simpson mete la pata -como casi siempre-, pero se hace famoso por una sola frase tras destruir todo el decorado del payaso Krustofski (mas conocido como Krusty (léase “crasti”), el payaso. La frase, que tenía que repetir una y otra vez era: “¿He sido yo?”. El pobrecito Bart, harto de recibir el aplauso fácil y encontrándose rodeado de admiradores decide decir algunos pensamientos propios (o de Lisa, que siempre tiene pensamientos de esos), pero aquello no interesa a nadie; sólo quieren oírle decir: “¿He sido yo?,” lo demás aburre al público. Hasta que la frasecita pasa de moda (en unos dos minutos), y todo vuelve a la normalidad para poder disfrutar del siguiente capítulo de la familia Simpson.
“Vieron al endemoniado que había tenido la legión, sentado, vestido y en su juicio.” Tras leer el evangelio de hoy suponemos que este endemoniado geraseno no se acordaba de nada -había cambiado de capítulo-, y le contarían sus compañeros la muerte de los dos mil cerdos, los “gritos y heridas” que se hacía continuamente y los gritos que profería. Seguramente como un Bart cualquiera preguntaría sobre esas noticias: “Pero, …¿He sido yo?” y no se acordaría de nada.
Hay una “sutil” diferencia entre Bart Simpson y el endemoniado que vamos a intentar reflexionar.
El “¿He sido yo?” de Bart, personaje cómico de dibujos, sabe que hace gracia, lo dice a tiempo y a destiempo como una coletilla que acaba con un aplauso, pero no ha dicho nada. Eso les pasa a algunos. Desde su repecho de cinismo insultan a la Iglesia, se meten con la ley de Dios, atacan a los cristianos, llaman libertad al totalitarismo y apertura a la cerrazón. Cuando se lo recuerdas miran con cara graciosa (o circunspecta, según los casos), y preguntan: “¿He sido yo?”. Esperan el sonoro aplauso de los telespectadores y la firma de autógrafos por tan profunda frase. Son como el personajillo que, subiendo con otro en el ascensor, se echa una sonora pedorreta y tiene la desfachatez de preguntar: “¿He sido yo?”. ¡No sabrá el otro que él no ha sido!. Ese “¿He sido yo?,” nace del cinismo, de la estupidez y de la falacia. Sin embargo, sólo espera el aplauso, la risa fácil y el quedar como un señor, cuando en realidad te presentas como más falso que un billete de 150 euros. Cuando se acaba el aplauso se cambia enseguida de argumento y lo pasado es ya de “otro capítulo.”
En cristiano el “¿He sido yo?” recibe una respuesta: “Vete a tu casa con los tuyos y anúnciales lo que el Señor ha hecho contigo por su misericordia.” Es decir, se asume el error, el tropiezo y no intentas defenderte de tu equivocación. Sabes que a pesar de tus errores pasados eres amado por Dios, tu Padre, y puedes comenzar de nuevo.
“Hermanos: ¿Para qué seguir? No me da tiempo de referir la historia de Gedeón, Barac, Sansón. Jefté, …” Quien quiera entender, que entienda.
Cuando oigas un “¿He sido yo?”, que nace del cinismo metiéndose con la Iglesia: desconfía. Cuando tengas ganas de decir un “¿He sido yo?”, sin mirar a Cristo a los ojos, desconfía de ti mismo. Cuando esperes el aplauso de los que te rodean y no un beso de tu madre la Virgen y un abrazo de tu Padre Dios, pide perdón. Tal vez te estés haciendo demasiado político (etimológicamente “de la ciudad”) y poco de Cristo. Felicidades a los Salesianos y Salesianas en el día de vuestro fundador.