Hebreos 12, 18-19. 21-24; Sal 47, 2-3ab. 3cd-4. 9. 10-11 ; Marcos 6, 7-13

Escribo este comentario mientras el Santo Padre está hospitalizado. Espero que este tiempo de lectura sea también tiempo de oración por su salud.
Justo al lado de la noticia del ingreso del Papa en el Gemelli leo la noticia de un personaje que ha denunciado ante un juez al párroco de su pueblo por negarle la comunión. La única diferencia entre la última vez que comulgó -de manos del mismo sacerdote-, y ésta, es que ha celebrado su inscripción como “pareja de hecho” y lo ha celebrado públicamente con una gran fiesta. ¡Qué desfachatez la del párroco!, ¡Qué prepotencia!. ¿Quién se creerá que es?. Negar la comunión a un alma cándida que sale del armario. Como siga así este sacerdote se va a quedar sin amiguitos para jugar en el recreo y sin pareja para la partida de tute. Claro, que tal vez el sacerdote se acuerde el encargo recibido de su Obispo y de la Iglesia al llegar a su parroquia: Cuidar la Eucaristía y a sus feligreses. Tal vez tendría frescas esas palabras que los sacerdotes decimos (parafraseando a San Pablo), en voz baja antes de comulgar: “Señor Jesucristo, la comunión de tu Cuerpo y de tu Sangre no sea para mí un motivo de juicio y de condenación, …” Tal vez haya preferido quedar mal ante su feligrés, soportar la presencia en los medios de comunicación, el ir de boca en boca de muchos correveidiles e ignorantes y enfrentarse al juez antes que hacer un mal a ese hijo pródigo que se empeña en huir de casa o escandalizar al resto de sus feligreses. Desde luego este párroco será un mal relaciones públicas, pero parece un buen pastor.
“Les encargó que llevaran para el camino un bastón y nada más, (…), Quedaos en la casa donde entréis, hasta que os vayáis de aquel sitio. Y si algún lugar no os recibe ni os escucha, al marcharos sacudíos el polvo de los pies, para probar su culpa.” La Iglesia, los sacerdotes y todos los cristianos recibimos un encargo de Cristo. Uno puede ser más o menos creativo en la ejecución de un encargo, pero si el resultado no es lo que se pidió entonces no se ha cumplido el encargo. Estamos en año eucarístico. Jesús se ha querido quedar con nosotros, indefenso como atado a la columna, en el Sagrario. Cada cristiano tenemos la obligación de cuidar la Eucaristía de mil maneras: comulgar en Gracia de Dios, dándole gracias tras recibirle, celebrando con piedad la Misa, visitándole en el sagrario, haciendo unos ratos de oración frente a frente al Señor, etc. … Seguro que en este año eucarístico ya te has puesto tus medios para cuidar mas a Jesús Eucaristía. Sin duda, a ti y a mí, nos hace sufrir ver personas que se acercan a comulgar despistados, hablando con otros o incluso con la certeza moral de que no viven en Gracia de Dios. Ante todo eso anteponemos la misericordia, la oración y la mortificación por todos ellos. Pero si alguien públicamente vive fuera de la Iglesia la única manera de vivir la caridad es negarle la comunión hasta que públicamente quiera volver a la común unión con la Iglesia. No será muy popular, pero el Señor no nos envió a hacer amigos sino a “predicar la conversión.”
La sagrada Comunión no es un derecho de los cristianos, es un don, es acercarse “al monte Sión, ciudad del Dios vivo, Jerusalén del cielo, a la asamblea de innumerables ángeles, a la congregación de los primogénitos inscritos en el cielo, a Dios, juez de todos, a las almas de los justos que han llegado a su destino y al Mediador de la nueva alianza, Jesús.” Y eso no nos lo merecemos ni tu, ni yo, ni los que públicamente presumen de vivir según la moral de la Iglesia por muy de moda que estén.
Alma cándida salida del armario, piensa seriamente en acercarte a darle las gracias a tu párroco pues te quiere más que todos aquellos que te felicitaban el día de tu fiesta particular del orgullo gay, te quiere no para utilizarte como símbolo de liberación sino como hijo de Dios, te quiere para Cristo y para la eternidad. Seguro que lo pasó fatal cuando te llamó la atención, pero quería salvar tu alma.
Las madres también regañan, pero no dejan de querernos. Madre del Cielo, hoy te pido por todos aquellos que se acercan a comulgar sin saber lo que hacen, te pido para que nunca lo haga yo y te pido especialmente por la salud del Papa.