Isaías 58, 1-9a; Sal 50, 3-4. 5-6a. 18-19; san Mateo 9, 14-15

Uno de mis hermanos vive en una casa antigua. En estas casas viejas lo más viejo suele ser el ascensor. Esos ascensores presos entre rejas que hay que ir cerrando como las puertas de las celdas de “San Quintín,” en los que, tras una laboriosa investigación para descubrir qué botón es el que hay que pulsar para ir al piso deseado, lo aprietas y empieza a moverse traqueteando hacia arriba y, para preocupación del ocupante, también hacia los lados. Cuando consigues salir de esa especie de atracción de feria sin seguro, respiras aliviado pues el Señor te ha concedido un día más de existencia. Como decía, en el ascensor de casa de mi hermano pusieron un cartel: “Subir exclusivamente dos personas.” Cuando mi hermano llega tarde de trabajar le dice en plan de broma a su mujer: “No, si he llegado temprano, pero he tenido que esperar tres horas a que llegase alguien para subir con él en el ascensor.” Eso es cumplir al pie de la letra.
“¿Para qué ayunar, si no haces caso? ¿Mortificarnos, si tú no te fijas?” Llevamos tres días de Cuaresma, hoy es el primer viernes. Tal vez estés un poco desanimado. Has cumplido lo que te propusiste, te levantas un poco antes y rezas, has procurado estar en Misa con más atención, estás dispuesto a ayunar hoy (es el día del ayuno voluntario, por cierto), has procurado quitarte algunos caprichos y poner una sonrisa. ¡Pero todo sigue igual!. Es más, puede que esta mañana te hayas dormido, el estómago esté gruñendo como una bestia salvaje, se te haya olvidado que hoy es día de abstinencia y hayas almorzado un bocadillo de chorizo, o que hayas cometido alguno de esos pecados que habías decidido quitar de tu vida en esta cuaresma. ¡Y sólo en dos días!. No decíamos que la Gracia de Dios nos iba a cambiar. Tendrías derecho a preguntarte: ¿Dónde está Dios si sigo siendo tal frágil como antes?. ¿Para qué esforzarnos si no conseguimos cambiar?.
No te preocupes. El desánimo es lo primero que el diablo quiere sembrar en nuestra alma. Tal vez hayas cumplido al pie de la letra lo que te propusiste, haces un montón de cosas, pero “el día del ayuno buscáis vuestro interés.” Dios no quiere perfectos “cumplidores,” ni personas que hagan muchas cosas para “su” salvación. “¿Es que pueden guardar luto los amigos del novio mientras el novio está con ellos?” Tienes que darte cuenta de que Dios está contigo, de que ha sido Él el que ha tomado la iniciativa, el que “nos amó primero.” Entonces no se trata de “cumplir” para estar con Dios, sino al contrario, como estamos con Dios viviremos según Él. Y cuando caigamos estaremos al lado de “Dios-Misericordia,” y cuando nos mortificamos estamos junto a “Dios -Redentor” y en la Eucaristía o en la oración nos arrimamos a “Dios-con-nosotros.” Visto desde fuera puede parecer lo mismo, pero es completamente distinto. Así que sacude el desánimo, olvídate de cumplir y pídele al Señor que te enseñe a amar, aléjate de “Don Perfecto” y acércate a Cristo y “te dirá: “Aquí estoy”.” Es relativamente sencillo: “Un corazón quebrantado y humillado, tú no lo desprecias.”
Primer viernes de Cuaresma. Pídele a Santa María que en este camino de cuarenta días llegues, como el Cireneo, hasta la cima del Gólgota y te darás cuenta de que, aunque llegues cansado, sudoroso y agotado ha sido Él quien llevó el peso de tu cruz.