Génesis 17, 13-9; Sal 104, 4-5. 6-7. 8-9; san Juan 8,51-59

Acabo de borrar tres líneas con las que llevo hora y cuarto atascado. Cuando las musas se van a la playa no hay manera de avanzar. He puesto música, he leído las noticias, he barrido el tetra-brik vacío que ha destrozado la perra esta noche, he pasado por la capilla… pero no hay manera, no escribo ni un reglón.
Así que he decidido irme a tomar otro café. Estando introduciéndome el chute de cafeína ha llegado un amigo que demostraba (con una sonrisa de oreja a oreja y unos ridículos saltitos mientras caminaba), que estaba feliz. El motivo de su alegría eran sus primeros “pinitos” como “hacker.” Había conseguido descifrar una contraseña que le hacía falta para leer unos archivos. Era una palabra muy tonta (y el documento también era bastante tonto), pero sin la clave el contenido quedaba oculto
“Ahora vemos claro que estás endemoniado.” A los judíos del Evangelio de hoy les hace falta también la clave para descubrir la vida de Jesús. Se niegan a aceptar que es el Hijo de Dios y por lo tanto le toman por loco, lunático, embustero y endemoniado. Se niegan a “caer de bruces” como Abraham ante Dios y a confiar plenamente en su palabra. Todo lo cuestionan, todo lo ponen en duda y por eso se lo pierden.
Nos queda muy poco para la Semana Santa. Habrá algunos a los que les enfaden las procesiones y las manifestaciones públicas de la fe. Esos tienen la “clave” cambiada y cuando se encuentran con la imagen de Cristo por la calle les produce un sarpullido en la conciencia y quisieran apedrearlo como bálsamo para su falta de fe.
No creo que nos pase eso a ti y a mí, pero es posible que te pase como con este comentario. Que te quedes “atascado,” pase el tiempo (el jueves, viernes y sábado santo y el domingo de Resurrección) y sigas en blanco. Tal vez hoy tengamos propósitos de vivir intensamente la Semana Santa, pero como no pongamos esfuerzo, nos dedicaremos a cualquier cosa, menos a acompañar a Cristo.
O puede suceder que nos falte la “clave.” Estos días nos quedemos ante el archivo que nos pide la contraseña, y que no seamos capaces de leerlo. Podemos asistir a procesiones, oficios, celebraciones, pero sin encontrar su contenido. Si nuestro comentario al terminar esos días santos es: “que bonita es la Semana Santa de Murcia” (podía haber puesto Sevilla, pero me ha salido Murcia), entonces habremos recorrido kilómetros detrás de un paso, pero no habremos dado un paso hacia Cristo.
“Hackear” la Semana Santa es darnos cuenta de que “el Señor es nuestro Dios, el gobierna cielo y tierra” y por nosotros se da como alimento, suda sangre, es azotado, maltratado, torturado, crucificado, atravesado e insultado. Que resucita gloriosamente y se queda con nosotros, pues no se reserva nada para sí. Cuando encontramos esa clave, es Dios quien se entrega, entonces ni se queda el folio en blanco ni nos fijamos sólo en los adornos exteriores. Con esa clave el corazón más duro se ablanda, los ojos más secos se inundan de lágrimas y se descubre la grandeza de Dios y nuestra propia grandeza. Entonces se dejan a un lado las obras de las tinieblas y nos revestimos de las obras de la luz. Entonces, como Abraham, nos fiamos plenamente de Dios y salimos de la pereza de nuestra vida para caminar siempre confiando plenamente en Dios.
Pídele a la Virgen que te diga al oído la clave para entender estos días santos, que descubras viendo a Cristo que “tanto amó Dios al mundo…”