Génesis 1, 1. 26-31a; Sal 32, 4-5. 6-7. 12-13. 20 y 22.; Génesis 22, 1-2. 9a. 10-13. 15-18; San Lucas 24, 1-12

Afrontamos hoy el reto de hacer un comentario a las lecturas del día, en un día sin lecturas. El Sábado Santo todo calla, hasta el leccionario.
Hace no mucho escribí unas palabrejas al aire, unas reflexiones en voz alta, sin más presunciones que ayudarme a rezar. Esas palabras se convirtieron en artículo y, aunque no me gusta ver mi nombre mas que en el Documento Nacional de Identidad y en el libro de la Vida, lo firmaron y detrás ponía el título: Teólogo. Demasiado título para un pobre Bachiller por Salamanca al que la vida nunca ha dejado estudiar, al menos de forma reglada.
Teólogo. ¿Cómo se puede presumir de “conocedor de Dios” en un día como hoy? ¿No será más fácil llamar a Dios “antropólogo,” experto en el drama del hombre?. Cuando los hombres aprendemos algo somos tan presuntuosos que corremos a divulgarlo. Dios, que lo sabe todo, hoy calla y la elocuencia del silencio del sepulcro cubre a la humanidad entera.
“Había un huerto en el sitio donde lo crucificaron, y en el huerto un sepulcro nuevo donde nadie había sido enterrado todavía. Y como para los judíos era el día de la Preparación, y el sepulcro estaba cerca, pusieron allí a Jesús.” Con estas palabras terminábamos ayer el relato de la Pasión. José de Arimatea pensaría que le “hacía un último favor” al amigo y maestro al cederle un “sepulcro nuevo.” Poco podía sospechar que era Jesús el que haría nueva la sepultura y la muerte de José de Arimatea, de todos los hombres, de todos los tiempos. La muerte de Cristo y su “descenso a los infiernos” hace nueva la muerte, que ya no tiene la última palabra. En el lugar donde sólo se espera la descomposición de un cuerpo, resulta que se está recomponiendo la vida de la humanidad entera. Como en el nacimiento de Cristo, “al pueblo, que vivía en las tinieblas -de la muerte, del Sheol -, una luz les brilló”. Pero el hombre, peregrino en esta tierra, no quiere enterarse. Como Elías descubre a Dios en la brisa, nosotros hoy tenemos que escuchar a Dios en el silencio.
¿Expertos en Dios? Como mucho somos unos simples aficionados. Muchas veces seguimos mirando el sepulcro desde fuera, haciendo conjeturas e hipótesis, pero ignorando lo que ocurre dentro de aquella roca, donde “todo se hace nuevo.”
Pero hoy no es día de muchas palabras ni sesudas reflexiones. Hoy hay que acompañar a María a buscar a Pedro, a Santiago, a Tomás, … para reunirlos en el cenáculo. Hoy compartimos la tristeza de María por el pecado de los hombres, que llevó a Cristo a la cruz, con la esperanza de preparar esta Noche Santa, de encontrar vacío el sepulcro y a Cristo vivo. Pero eso será esta noche. Ahora: calla.