Hechos de los apóstoles 4, 32-37; Sal 92, lab. 1c-2. 5; san Juan 3, 5a. 7b-l 5

Parecen tremendamente adecuadas para estos días de la marcha al cielo de nuestro queridísimo Papa Juan Pablo II, las letras que nos trae la primera lectura de la Misa de hoy: “en el grupo de los creyentes todos pensaban y sentían lo mismo”

Es cierto. Se podría decir que todos los cristianos y, gracias a Juan Pablo II podríamos afirmar también que incluso los que no lo son, tienen estos días un pensamiento común: la marcha de un Papa de esta tierra. Los medios de comunicación en todas sus vertientes, televisión, radio, prensa e Internet, han centrado su pensamiento y sus comentarios en esta noticia.

Es lógico que hablen del Papa: es un personaje reconocido mundialmente y por eso mismo, no puede pasar inadvertido. Y es lógico que, en términos generales, hablen bien de él. Con esa salvedad porque algunos medios de comunicación de tendencia marxista y masónica, han mostrado sectarismo y cortedad de miras, demasiado pendientes de un pensamiento obligado y sumiso, y han pasado como de puntillas sobre lo más evidente: su capacidad de trabajo, su bondad, o sus cualidades humanas y sobrenaturales. Pero esto es algo que no se puede negar, al margen de las creencias que se tengan ya sean religiosas, políticas o culturales.

Es también significativo, por su entronque perfecto con estos días que estamos viviendo los cristianos, el salmo que sigue a esta lectura: “el Señor reina, vestido de majestad, el Señor, vestido y ceñido de poder”. Efectivamente. Se habla ahora mucho, como es lógico, de ¿quién gobierna ahora la Iglesia? La verdad es que ante la tristeza que todos tenemos de estar en estos momentos sin un Papa “al frente” de la Iglesia, tenemos el consuelo y la alegría de saber que, de hecho, con Papa al frente o no, “el Señor reina, vestido de majestad, el Señor vestido y ceñido de poder”. Es el que gobierna la Iglesia; y añade el salmo: “así está firme el orbe y no vacila. Tu trono está firme desde siempre, y tú eres eterno”.

No es sólo un consuelo infantil o piadoso, sino que tiene un fundamento teológico y anclado, por tanto, en la verdad: al Papa sabemos que se le llama también el “Vice-cristo” en la tierra. Es decir, que si no está el “vice” actuará directamente el que ostenta el “cargo” no por delegación sino por autoridad propia, es decir, que quien gobierna la Iglesia será Dios: el Espíritu Santo, el mismo Jesucristo -“yo estaré con vosotros hasta la consumación de los siglos”-, el Padre, que nos recuerda que “las puertas del infierno no prevalecerán contra ella”

Y como remate, muy adecuado también para estos días que estamos viviendo tan intensamente, lo que nos dice el Evangelio de la Misa de hoy. En efecto, con la muerte de Juan Pablo II, todos los cristianos sabemos, que esto no es el fin, que la vida del hombre no se acaba con su paso por la tierra. Así, leemos que el Señor dice a Nicodemo: “tenéis que nacer de nuevo”. Es verdad que este pasaje ha tenido también otras interpretaciones, pero ciertamente no puede ser excluida ésta: después de la muerte viene una nueva vida, por eso “tenéis que nacer de nuevo”.

En la Iglesia se habla de “nacer de nuevo”, para referirlo al bautismo: así, antes no éramos cristianos y ahora sí; también es “nacer de nuevo”, la filiación divina: somos hijos de Dios en Cristo Jesús; así mismo se habla de “nacer de nuevo” cuando del pecado pasamos -por el arrepentimiento y el perdón- a la vida de la gracia; y finalmente se habla del “nacimiento nuevo” y definitivo al paso de la muerte de las cosas de la tierra a la Vida eterna: vida de unión con Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo, es decir, pasar a estar con la Trinidad Santísima que es el fin del hombre: para lo que el hombre ha nacido.