Hechos de los apóstoles 1, 1 – 11; Sal 46, 2-3. 6-7. 8-9; san Pablo a los Efesios 1, 17-23; san Mateo 28, 16-20

La primera lectura de la Misa de hoy nos recuerda lo que había hecho Jesús en su paso por la tierra hasta que “movido por el Espíritu Santo, ascendió al cielo”. Es la fiesta que este domingo celebra la Iglesia: el Señor, después de caminar por los “caminos” de Palestina, con una vida fiel a la voluntad de Dios, sube a los cielos. En esta solemnidad también nuestra Madre la Iglesia quiere que este itinerario de humanidad entregada lo recorramos también nosotros.

Mira lo que nos dice los textos de la Escritura: “se les presentó [a los apóstoles] después de su pasión, dándoles numerosas pruebas de que estaba vivo, y, apareciéndoseles durante cuarenta días, les habló del reino de Dios”.

“Durante cuarenta días”, les habla del “reino de Dios”, desde su resurrección hasta su Ascensión a los cielos. Motivo pues, para nuestra meditación: ¿por qué esta insistencia?.

Quizá al oír ahora que el Señor habla tanto sobre “el reino de Dios”, pienso que quizá sea el momento de preguntarnos cada uno de nosotros: ¿pensamos con frecuencia en el reino de los cielos?, ¿ponemos “nuestro reino” en el cielo? Nuestras ilusiones, nuestro afán, en lo que soñamos ¿son las cosas del reino de Dios?; Porque hay que reconocer que quizá a donde más se nos va la cabeza es al reino “de las cosas de la tierra”: dinero, fama, vanidades. El Señor en aquella conversación que tuvo con Pilatos ya nos había advertido: “mi reino no es de este mundo”. La Ascensión parece que completa esta idea, y nos habla de buscar las “cosas de arriba”

El Señor, e igualmente nosotros, no somos de este reino, de este mundo. Es cierto que ahora estamos viviendo en esta tierra donde el Señor nos ha puesto por un poco de tiempo: hasta dentro de unos meses, de unos años; momento en el que el Señor vendrá y nos tomará para llevarnos al sitio para el que estamos destinados: “voy a prepararos un lugar, y, luego, volveré, y os llevaré conmigo porque donde yo estoy quiero que estéis también vosotros; creedme, sino fuera así, os lo hubiera dicho”.

Estas palabras que nos trasmite San Juan, son de un encanto especial: después de leerlas, y meditarlas en la intimidad del alma, nos deberían servir para cambiar de vida, para mejorar, para tomar la decisión de hacer todo lo que esté de nuestra parte para no perdernos ese “sitio” en el reino de Dios que nos está preparando nada menos que el mismo Hijo de Dios.

Debería de ser un pensamiento que frecuentemente trajéramos a nuestra cabeza y lleváramos a nuestra oración: pensar en el reino de los cielos.
Hoy, día de la Ascensión del Señor a los cielos, es un día especialmente propicio para pedirle al Señor que Él, que nos ha precedido en la meta de nuestra vida -el cielo- no nos abandone y ponga luz en nuestro entendimiento y fuerza en nuestra voluntad para que nunca nos desviemos del camino que conduce al reino de Dios. “Dicho esto, lo vieron levantarse, hasta que una nube se lo quitó de la vista. Mientras miraban fijos al cielo, viéndole irse, se les presentaron dos hombres vestidos de blanco, que les dijeron:
-«Galileos, ¿qué hacéis ahí plantados mirando al cielo? El mismo Jesús que os ha dejado para subir al cielo volverá como le habéis visto marcharse.» Y, como decíamos antes, nos tomará y nos llevará a “ese sitio” que ha preparado para los que le aman.