Génesis 44, 18-21. 23b-29; 45, 1-5; Sal 104, 16-17. 18-19. 20-21; san Mateo 10, 7-15

Mientras, más o menos cómodamente, me siento frente a mi ordenador para escribir este comentario, pienso en unas cuantas cosas. Hoy a las ocho de la mañana comenzarán los “Sanfermines.” Me acabo de enterar –cuando escribo estas líneas-, cuál es la ciudad olímpica para el 2012. Puedo escuchar la radio, me he tomado un café, he dormido en mi cama, en definitiva: podría quejarme, pero sería por vicio. Mientras pienso todo esto, en otro lugar de mi cabeza, aparece un nombre extraño: Jia Zhiguo, Obispo católico, fiel a Roma, de la diócesis china de Zhengding. Aunque las autoridades lo niegan parece ser que ha sido arrestado –por sexta vez-, para impedir que celebre la Santa Misa a sus fieles. En total ha pasado unos 20 años en la cárcel, donde es aleccionado para que predique según los dogmas del partido. Después de veinte años, aunque ahora esté en la cárcel, sigue siendo libre.
“Lo que habéis recibido gratis, dadlo gratis.” Un amigo mío, psiquiatra, dice que viene bien que a quien le mande pague algo por la consulta, pues lo que no se paga no se aprecia. ¿Con cuánto pagaríamos la encarnación de Cristo?. No tiene precio y por eso su único pago es darlo gratis. Pienso que eso es lo que hace libre a Jia Zhiguo. Yo, desde mi sillón y viendo el mundo por internet, tal vez crea que me tienen que pagar mi servicio al Evangelio. Soy deudor de mi comodidad, de mi prestigio, de mi buena fama, de mis caprichos y, principalmente, de mis pecados. Siempre encontraré una excusa para compensarme el ratito que dedico a Dios y a la Iglesia cada día. “No llevéis en la faja oro, plata ni calderilla, ni tampoco alforja para el camino, ni otra túnica, ni sandalia, ni bastón.” Todo eso encadena, hace esclavos. Si los cristianos fuésemos menos comodones y aburguesados, seguramente seríamos más apostólicos, más felices y más libres.
También están los cristianos críticos, pero con la coca-cola en la mano. Es decir, aquellos que critican al Papa, la doctrina, se les llena la boca de hablar de la Iglesia institución y la Iglesia carismática, pero sólo buscan su protagonismo y justificar su incoherencia de vida atacando a los demás. Jia Zhiguo es fiel a Roma, a la tradición evangélica, a pesar de costarle veinte años de su vida. Su vida no es la de un mártir, cuando entendemos por mártir a esa especie de plañidera que sólo sabe quejarse de su propia suerte. Jia Zhiguo, Van Thuan y tantos miles de cristianos perseguidos en tantas partes del mundo, nos hablan de esperanza, de fidelidad. De la fidelidad de los hombres y de la fidelidad de Dios. “Yo soy José vuestro hermano, el que vendisteis a los egipcios. Pero ahora no os preocupéis, ni os pese el haberme vendido aquí; para salvación me envió Dios delante de vosotros.” Los años de esclavitud de José no debieron ser nada fáciles, pero superada la prueba fue consuelo y alivio para el hambre de sus hermanos y comienzo de la salvación del pueblo y la humanidad. Mientras escribo voy pensando en la cantidad de cosas y, sobre todo excusas, que me sobran. ¿Lo tengo tan difícil para vivir realmente enamorado de Cristo, a pesar de las dificultades o problemillas con que me encuentro? No creo que más que aquellos que son perseguidos por su fe en tantas partes del mundo. ¿Y tú? ¿Lo tienes más difícil?
Acudamos a nuestra Madre la Virgen, ella nos hará comprender la verdadera libertad y la auténtica alegría, el sentido de la fidelidad y la esperanza a la que se nos llama. Y pide hoy especialmente, pero hazlo cada día, por la Iglesia perseguida, ellos esperan nuestra oración.