san Pablo a los Tesalonicenses 4, 1-8; Sal 96, 1 y 2b. 5-6. 10. 11-12; san Mateo 25, 1-13

La parábola de las vírgenes prudentes y las vírgenes necias es una narración de Jesús sobre el modo en que celebraban las bodas en aquellos tiempos. Las amigas de la novia son esas 10 doncellas y tienen la misión de acompañarla en el paso decisivo de su vida. Es de noche y todas llevan sus lámparas. El novio tarda, quizá entretenido con sus amigos. Todas se duermen y el aceite de las lámparas se consume. Llega un chico gritando: ¡ya viene, ya viene el esposo! Las doncellas y la misma novia espabilan, pero a cinco de ellas, a las cinco necias, no les queda aceite. Van a buscarlo y entretanto llega el esposo, conduce a la novia a su casa, cierran las puertas y comienza la fiesta. Las cinco doncellas necias se han quedado fuera. Llegan, por fin, después de comprar más aceite, pero es tarde. Llaman a la puerta y gritan: “señor, ¡ábrenos!”. Desde dentro sale la tremenda voz del esposo que dice: “no os conozco”.
Es una parábola. Es decir, es una narración significativa de cosas distintas de las que trata. Dice unas cosas y además significa otras que no dice. Las bodas en el evangelio son siempre imagen del cielo. El banquete de bodas es la celebración por antonomasia. El momento de máxima felicidad del año es, entre aquellas rústicas gentes, el día en que asisten a un banquete de bodas. Por eso Jesús toma las bodas como imagen del Cielo. Las necias se quedan fuera, se quedan fuera del cielo, no se les permite entrar. Tenemos que detenernos a considerar todas estas cosas, a ver si logramos entender la parábola de Nuestro Señor. En otros lugares del evangelio los que no entran en el Cielo son los ricos, los que viven poseídos por sus riquezas. O los impuros, sucios de corazón, porque no verán a Dios. Y, en general, los que no entran en el Cielo son los malos.
Aquí no. En esta parábola quienes no entran en las bodas, quienes se quedan fuera del Cielo, son las doncellas necias. No dice que fueran malas, no dice que fueran gente depravada, dice que eran necias. ¡Eran vírgenes! No eran malas. Y con toda su virginidad se quedan fuera. No entran en el Cielo… por tontas. Tenemos que pedir a Dios que nos ilustre sobre el sentido de todas estas cosas que están escritas en los evangelios. ¿Será que quizá ser necio, no saber, no pensar, no usar la cabeza, son cosas que nos pueden separar de Dios?
Tenemos que preocuparnos de nuestra propia formación religiosa, tenemos que tener la preocupación de saber sobre Dios, de conocer la doctrina. Tenemos que buscar el conocimiento de Dios con hambre. Hay que leer libros serios, hay que saber y hay que pensar. Un cristiano debe alimentar su fe con el conocimiento. A la luz de esta palabra de Dios vemos con más claridad la necesidad de pedir consejo, de meditar, de asistir a un curso interesante, de hablar con el sacerdote u otra persona de buena formación. Todo menos engrosar el número de los necios.