Isaías 5, 1-7; Sal 79, 9 y 12. 13-14. 15-16. 19-20 ; san Pablo a los Filipenses 4, 6-9; san Mateo 21, 33-43

Hace unos días estuve dando unos ejercicios espirituales a un grupo de matrimonios. Ya he estado en otras ocasiones con ellos, y resulta conmovedor ver cómo crecen en su vida interior hombres y mujeres que, con hijos y diversas responsabilidades, descubren la necesidad de un trato mayor con el Señor para que sus vidas adquieran un sentido más pleno. Es lo que uno de ellos me comentaba: “Uno de los dramas que nos toca vivir es el peligro de tener una vida esquizofrénica, es decir, que por un lado tengamos nuestros deberes matrimoniales y profesionales, mientras que, por otro lado, nos confesamos cristianos, pero sin que incida en esas obligaciones cotidianas”.

En la lectura de hoy, san Pablo es muy claro: “Todo lo que es verdadero, noble, justo, puro, amable, laudable, todo lo que es virtud o mérito, tenedlo en cuenta (…) Y el Dios de la paz estará con vosotros”. No es necesario hacer nada extraordinario para vivir coherentemente nuestra vocación de hijos de Dios. Se trata, “simplemente”, de ser coherentes con lo que hemos recibido gratuitamente (la vida, una familia, un trabajo, una educación…), devolviéndolo a Dios con una carga mayor de amor, que es lo que, en definitiva, nos hace mucho más humanos.

Hoy, que no está de moda la coherencia y la verdad, más importante resulta responder con nuestro testimonio. Hemos de tener el firme convencimiento de que somos muchos más los que tenemos clara nuestra identidad de cristianos, que no los que amparándose en falsas libertades intentan destruir lo esencial del comportamiento humano. Así, por ejemplo, ayer era testigo, en un conocido diario español, de toda una campaña contra las asociaciones en defensa de la vida, y en la que se defendía a ultranza el derecho de la mujer a abortar, mientras que se hablaba de “políticas ineficaces” en aquellos que defienden una auténtica educación en la vida sexual, y en donde el respeto a la vida invita a otras soluciones distintas a la del aborto. Pero no, a estos últimos se les tacha de involucionistas y retrógados porque no están a favor de la muerte de seres inocentes… ¿no es esto esquizofrenia?

“Éste es el heredero, ¡venid, lo matamos y nos quedamos con su herencia”. La parábola de Jesús se sigue cumpliendo escrupulosamente en nuestros días. Da la impresión de que hay unos cuantos que anestesiando o, más bien, matando las conciencias, es como si eliminaran al heredero de la viña, que no es otra, sino nuestra propia vida. Cuando la conciencia queda dañada, entonces es muy sencillo crear esas esquizofrenias que nos hacen vivir en una especie de doble vida, hasta que al final todo queda oscurecido y sin sentido.

Doy gracias a Dios por esos matrimonios que, en medio de tantas dificultades ambientales, son capaces de discernir lo que es un amor responsable y verdadero. Dios nunca abandona a aquellos que luchan por vivir con fidelidad una mayor unidad de vida. La familia, en definitiva, es el lugar en donde Dios se encuentra especialmente “cómodo”, ya que fue allí también, en una familia normal, donde el Hijo de Dios creció y se educó. Y si no, pregúntaselo a nuestra Madre la Virgen y a su esposo san José… ¿No crees que, a pesar de tantas dificultades, vivieron con plenitud una vida de amor y sin dobleces, ante Dios y los hombres?