Jonás 1, 1-2, 1. 11; Jon 2, 3. 4. 5. 8; san Lucas 10, 25-37

La proliferación de ONG’s parece dar un tono más humano a este mundo nuestro que demanda solidaridad y generosidad por todas partes. Estoy convencido de que, a pesar de la cara demagógica de algunas de estas instituciones que muchos de nuestros políticos suelen aprovechar para su beneficio personal, existe muy buena voluntad en los que, de forma gratuita, dan su tiempo y su dinero para aquellos otros que necesitan hasta de lo más esencial para sobrevivir. Todos necesitamos sentirnos útiles, y qué mejor cuando se trata de ayudar a otros, aunque también, en muchas ocasiones, a algunos les sirve simplemente para justificarse en unos mínimos (un donativo, una suscripción anual, o unos juguetes que ya no sirven… y ya hemos cumplido con nuestra cuota filantrópica).

Sin embargo, recuerdo que en una ocasión una periodista interrogó a la madre Teresa de Calcuta acerca de lo que le motivaba a entregar su vida hacia aquella gente enferma e indigente de la India. La periodista en cuestión aseguró que ella no podría realizar esa labor ni por un millón de dólares. También la madre Teresa dijo que no haría nada semejante por dinero, sino que lo que la llevaba a actuar de esa manera era su amor a Jesucristo. ¿Cuestión de gustos?… Ya se ve que el amor, sobre todo cuando se trata de un desinterés puramente afectivo, o se entiende desde Dios, o no se entiende.

“Un samaritano que iba de viaje, llegó a donde estaba él y, al verlo, le dio lástima, se le acercó, le vendó las heridas, echándoles aceite y vino, y, montándolo en su propia cabalgadura, lo llevó a una posada y lo cuidó”. He aquí la primera ONG. Esta parábola que nos narra el Señor no sólo demuestra que Jesús era “bueno”, sino que hablar del prójimo es entrar en la dinámica de la misericordia de Dios, es decir, que el Reino de los Cielos es propiamente la Organización No Gubernamental por excelencia… ¡Cuándo nos daremos cuenta de que amar a Dios con todo nuestro corazón, con toda nuestra alma, con todas nuestras fuerzas y con todo nuestro ser, no sólo no nos constriñe en el amor, sino que nos da “alas” para amar con el amor de Dios que es infinito e inagotable!

¿Estamos en contra de cualquier otra ONG? Por supuesto que no. Pero, olvidar que el cristianismo es la raíz del auténtico amor al prójimo es vivir, una vez más, en la inopia… o en la mentira. Cristo no muere en la Cruz fruto del azar o un fatal destino, sino que la esencia de Dios es sólo amor, y Jesús crucificado su único interlocutor. O nos identificamos con esa manera de mostrarse el amor de Dios, o nos quedamos en sucedáneos que buscan otra cosa, es decir, el egoísmo de la autocomplacencia.

Tú y yo podemos sabernos de memoria los mandamientos de la Ley de Dios, pero, al igual que aquel que pregunta al Señor en el Evangelio de hoy, podemos olvidar quién es realmente nuestro prójimo. Podemos quedarnos mirando ante el televisor, y lamentarnos del mal que padecen los seres humanos del tercer mundo, y mandar unos cuantos euros a la primera ONG que se nos presente. Sin embargo, lo que Dios te pide, de verdad, es que mires a tu alrededor más inmediato (tu familia, tus compañeros de trabajo o estudio, tus amigos, tus vecinos…), y encuentres ahí el rostro de Cristo que “sólo” te pide amor… el que Él te dió primero. María, Madre de Dios y Madre nuestra, permaneció al pie de la Cruz de su Hijo porque sólo sabía amar. ¡Deja la cobardía para aquellos que no saben reconocer en su interior el Amor de los amores!