san Pablo a los Romanos 11, 29-36; Sal 68, 30-31. 33-34. 36-37; san Lucas 14, 12-14

Es cierto eso de que la ciencia avanza que es una barbaridad. Siguiendo las sencillas instrucciones que aparecen debajo de este comentario estoy a un clic de escuchar el comentario, en ambiente “country,” que hace del evangelio un buen amigo sacerdote. Es como tenerlo en el despacho, a pesar de que nuestras parroquias están bastante lejos. Desde cualquier parte del mundo, con sólo tener acceso a un ordenador, se le puede escuchar haciendo ese breve comentario, de tres minutos, a la Palabra de Dios.
“¡Qué abismo de generosidad, de sabiduría y de conocimiento el de Dios!” Se diría que San Pablo se deja llevar, en estas líneas de la carta a los romanos, ante la maravilla de Dios. ¡Qué importante es dejarnos maravillar por Dios!. Cuando alguien me presenta a Dios como algo manido, trillado, aburrido, rutinario me dan ganas de ponerle delante del Sagrario y decirle: ¡Maravíllate!, ¡Déjate asombrar por Dios!. Cuentan que a Santa Teresita del Niño Jesús le costaba mucho rezar el padrenuestro (ese mismo que tú y yo tantas veces rezamos atropelladamente), pues se quedaba maravillada ante la palabra “Padre” y no pasaba de esa consideración. Si entreviésemos lo más mínimo de la gloria de Dios, del amor que nos tiene, correríamos a anunciar la maravilla de por todos los rincones. No sólo haríamos “podcast,” sino que insertaríamos anuncios en los periódicos, cuñas radiofónicas, anuncios en televisión. Llenaríamos esta red de páginas que hablasen del amor de Dios, sería nuestro tema principal de conversación. Tendríamos esa pasión por el Evangelio y por Jesucristo que nos llevaría a ser creativos, a tener derroches de imaginación para que todos “pobres, lisiados, cojos y ciegos,” conociesen a su Salvador, al “origen, guía y meta del universo.”
“¿Quién le ha dado primero para que él le devuelva?” Si pensamos en Dios como un ser estático, soso, aburrido, previsible, ¡qué equivocados estamos!. Dios es el primero que toma la iniciativa y hace cosas que a nosotros jamás se nos hubieran ocurrido. ¿Cómo no pensar en el derroche de creatividad que es el encarnarse en las entrañas de una Virgen y que el Señor de los señores tomase “la condición de esclavo”? ¿Puedes pensar que es previsible un Dios que pone la salvación de todos los hombres en el leño de la cruz? ¿Quién imaginaría que nos haría hijos en el Hijo? ¿Cómo creer que puede hacer en nosotros como hizo con Francisco, Ignacio, Teresa, Pedro, Maximiliano,… y toda la lista del santoral, de almas enamoradas perdidamente de tan buen Dios?
Por eso pongamos nuestra imaginación, que tantas veces gastamos en tantas tonterías, al servicio del Evangelio. Pensemos, y realicemos, nuevas y viejas técnicas (que palabra tan fea), para dar a conocer a Cristo y no esperemos más recompensa que saber que estamos haciendo la voluntad de Dios.
María, Nuestra Madre, era espectadora en primera fila del derroche de imaginación de Dios, y pasó a ser “actriz” principal de la historia de la Salvación. Pídele a ella que sepamos siempre ser creativos para dar a conocer a Cristo.