Isaías 54, 1-10; Sal 29, 2 y 4. 5-6. 11-12a y 13b; san Lucas 7, 24-30

Hoy voy contra-reloj. Estaba dispuesto a plagiarme a mi mismo y volver a colocar el comentario del año pasado, pero el webmaster de la página del Obispado ha quitado los comentarioS de diciembre de 2004. Se ve que no se puede hacer trampa. Y es que las cosas, aunque se tengan que hacer deprisa, hay que hacerlas con calma.
“¿Qué salisteis a contemplar en el desierto? ¿Una caña sacudida por el viento? ¿0 qué salisteis a ver? ¿Un hombre vestido con lujo? Los que se visten fastuosamente y viven entre placeres están en los palacios.” Para contemplar a Dios hay que hacerlo con calma. No te digo que hagas 25 horas de oración al día, tal vez sean sólo 15 minutos, pero hazlos con calma. Si vamos a la oración con prisas, podríamos decir que con prejuicios, saldremos igual que hemos entrado. Los que iban a ver a Juan se quedaban admirados de sus palabras pues, a los publicanos, les era novedoso el que les invitasen a convertirse al Señor y a cambiar de vida. No se creían que el Señor se pudiese fijar en ellos. Sin embargo los fariseos y los letrados, que daban todo por sabido y su vida suficientemente buena, asistían rápidamente al espectáculo de “otro predicador.” Así se perdieron a Juan, y se perdieron a Jesús.
Cuando vayas a hacer oración pregúntate: ¿Qué voy a contemplar?. Y te responderás: Al Rey de reyes y Señor de Señores. Al Salvador, a mi Redentor, al que se encarnó en las purísimas entrañas de María y se entregó del todo en la cruz, al que hizo cielos y tierra, al Espíritu Santo que me transforma, al Dios que puedo llamar Padre. Y entonces esos minutos pásalos con calma, ante tu Dios. No te atropelles. A veces perdemos más tiempo en la oración mientras pensamos lo que acabamos de hacer y le damos vueltas a lo que haremos a continuación que, realmente de oración, hemos pasado unos segundos y encima se nos ha hecho largísimo y aburridísimo.
Cuando no tengas tiempo, saca tiempo para Dios. Cuando estés acelerado, pisa el freno para tu Señor y dile: “Aquí estoy, este tiempo mío es tuyo.” Y seguramente ganarás la eternidad.
La primera lectura de hoy nos da el sentido para hacer este rato de oración con calma. No es que yo dedique mi tiempo a Dios, sino que Dios está prendado de nosotros, quiere estar con nosotros. “El que te hizo te tomará por esposa: su nombre es Señor de los ejércitos”. Piénsalo. No es que tú quieras más a Dios por tus ratos de oración, sino que te darás cuenta de lo que Dios nos quiere.
Hoy no puedo alargarme más, me reclaman, pero este rato ha sido del Señor. La anunciación no serían horas, en el relato evangélico parece una breve conversación. Pero ese tiempo de la Virgen era exclusivamente para Dios. Sacaremos tiempo como ella.