Comentario Pastoral
LA SUBIDA CUARESMAL HASTA LA PASCUA

Dos lecturas de la misa de este segundo domingo de Cuaresma hablan de subir al monte, de ascender a la cima para vivir una experiencia religiosa o ver la gloria de Dios. Abrahán fué a un monte del país de Moría para sacrificar a su hijo lsaac. Cristo subió a una montaña alta con sus discípulos para transfigurarse ante ella. ¿Qué tiene de sagrado la altura? ¿Por qué hay que subir?

En la historia de las religiones los lugares altos se consideraban más próximos a la divinidad y eran espacios propicios para el sacrificio ritual y el encuentro con Dios. Los principales templos estaban en las cimas de las rocas o de las montañas. Y este sentido sagrado de la altura perdura y se percibe incluso en muchas iglesias, santuarios y ermitas cristianas, edificadas en los altozanos y colinas de nuestra geografía.

Abrahán sube al monte por imperativo del amor de Dios, que le promete una descendencia numerosa a la vez que le pide el sacrificio de su hijo. Abrahán es tentado en la altura y desde la fe vive una experiencia desconcertante, que acaba en bendición generosa por su fidelidad sincera. Del mismo modo que Abrahán, el cristiano en muchos niveles altos de la vida tiene que estar dispuesto a sacrificar el «Isaac» que lleva dentro, es decir, lo más vinculado a su experiencia personal, lo que más se quiere. El riesgo de la ascensión de la fe es el fiarse totalmente de las exigencias de la Palabra de Dios, frente a la evidencia de lo inmediato.

Cristo asciende al monte Tabor para transfigurarse delante de sus discípulos, revestirse de luz y revolarse como Hijo amado de Dios. Toda la vida de Jesús fue una subida hasta Jerusalén, que culminó en la ascensión dolorosa al calvario para morir crucificado. Al resucitar de entre los muertos posibilitó nuestra resurrección al final de la etapa terrena, después de tantas bajadas y subidas, caídas y puestas en pie, en la llanura de muchos quebrantos y desconciertos o en la altura que permite ver cercana la gloria de Dios.

Andrés Pardo


Para orar con la liturgia
Cristo, Señor nuestro, después de anunciar su muerte a los discípulos,
les mostró en el monte santo el esplendor de su gloria,
para testimoniar, de acuerdo con la ley y los profetas
que la pasión es el camino de la resurrección.


Prefacio


Palabra de Dios:

Génesis 22, 1-2. 9-13. 15-18

Sal 115, 10 y 15. 16-17. 18-19

san Pablo a los Romanos 8, 31b-34

san Marcos 9, 2-10

Comprender la Palabra

El Domingo Segundo de Cuaresma, en la Lectura del Evangelio, en los tres ciclos A, B y C, se lee el Relato de la Transfiguración del Señor, según el Evangelista correspondiente. Hay relación entre el Relato de la Transfiguración y el Relato de la Estancia o Travesía de Jesús en el desierto, que escuchábamos el Domingo Primero de Cuaresma.

¿A dónde conduce la Travesía de Jesús por el Desierto de este mundo, en el Ejercicio de su Ministerio Mesiánico, acosado por la Tentación de los Poderes Malignos Pasión y Muerte de Cruz ? Y la respuesta es: Hasta la Resurrección, que ya vislumbrábamos el Domingo pasado en el Servicio de los ángeles, y que es simbolizada anticipadamente en la Transfiguración. Consiguientemente podemos preguntarnos: ¿A dónde conduce nuestra travesía por el desierto de este mundo, en seguimiento de Cristo, en medio de pruebas (tentaciones), simbolizada en la Cuaresma anual (cuarenta días)? Y la respuesta será: A nuestra resurrección en Cristo, simbolizada en la Celebración anual del Zran Sacramento de la Pascua, en la Solemne Vigilia Pascual.

La 2ª Lectura, en los Domingos de Cuaresma advertíamos el Domingo pasado es clave de interpretación de las otras dos.

En la 2ª Lectura el Apóstol San Pablo nos dice: “El que no perdonó a su propio Hijo, sino que lo entregó a la muerte por nosotros.., » Sin duda tiene muy presente el Apóstol el Episodio narrado en la 1ª Lectura, en el que Dios sí perdonó a Isaac, escapando de la muerte en el último instante, en que Abraham iba a asestar el golpe mortal. Isaac, el Primogénito de Abraham, su hijo único, es imagen profético de Jesucristo, el Primogénito del Padre, su hijo único, librado de la muerte por su Resurrección Gloriosa.

Isaac es el descendiente, virtualmente es la Descendencia, que lleva en sí misma al Descendiente, Jesucristo, Transfigurado, Resucitado, «en quien todos los pueblos del mundo son bendecidos», es decir, liberados de la muerte, resucitados, pues como nos recuerda el Apóstol «en Cristo Dios nos lo da todo «; «en Él somos justificados «, es decir, purificados, renovados, perfeccionados, glorificados.


Avelino Cayón


sugerencias litúrgicas

Adoración (II)


Si en la celebración de la Eucarístia adoramos al Dios con nosotros y por nosotros, tal sentir del Espíritu debe prolongarse y reconocerse también en todo lo que hacemos, pensamos y obramos. La tentación, siempre insediosa, al tratar las cosas de este mundo, es la de doblar nuestras rodillas ante los ídolos mundanos y no solamente a Dios.
Las palabras con las que Jesús contradice las sugestiones idolátricas del diablo, en el desierto, deben verificarse en nuestro hablar, pensar y actuar cotidiano: “Al Señor; tu Dios, adorarás y a Él sólo darás culto”(Mt e, 10).
El dobra la rodilla ante la Eucarístia, adorando al Cordero que nos permite hacer la Pascua con Él, nos educa a no postrarnos ante ídolor construidos por manos de hombre y nos sostiene en el obedecer con fidelidad, docilidad y veneración ante aquel que reconocemos como único Señor de la Iglesia y del mundo.


Sugerencias y propuestas, n. 29

celebrar mejor


Los tres sentidos de la Cuaresma

La Cuaresma es como un trenzado de tres hilos conductores. Los tres hilos son tres sentidos principales. Estos tres sentidos que se manifiestan sobre todo en los domingos 3º, 4º y 5º de Cuaresma son estos: el sentido pascual, el sentido penitencial y el sentido bautismal. Estos tres sentidos, propios de toda Cuaresma, se acentúan uno u otro sucesivamente año tras año. Así, en la Cuaresma del año pasado se acentuó el sentido bautismal y en la Cuaresma del año que viene se acentuará el sentido penitencial, como en la Cuaresma de este año se acentúa el sentido pascual.
Veamos uno por uno este triple sentido o finalidad de la Cuaresma: Primero, el sentido pascual. La Cuaresma es el tiempo requerido, necesario, para prepararnos, sensibilizamos, para celebrar provechosamente el Misterio de la Pascua, el Misterio de Cristo muerto, sepultado y resucitado, el Misterio nuclear de nuestra fe, el Misterio de nuestra muerte resurrección en Cristo, que celebramos en la gran solemnidad del Triduo Pascual.

Segundo, el sentido penitencial. La Cuaresma es el tiempo en que los penitentes, separados de la comunión eclesial, intensifican su esfuerzo penitencial, ayudados por la pieg ría de la Iglesia, para ser reconciliados con la absolución sacramental y ser admitidos en el Banquete de la Pascua. Pero en Cuaresma todos somos penitentes, necesitados de la reconciliación y del perdón, que brotan del Misterio de la Pascua.
Y por último, el sentido bautismal. La Cuaresma es también el tiempo oportuno, en que intensifican su preparación los que van a ser bautizados y confirmados en la Noche de la Pascua, para participar también por vez primera en la Eucaristía. Pero no son ellos solos, todos somos catecúmenos en Cuaresma. Todos debemos prepararnos en Cuaresma como si empezáramos de nuevo a ser cristianos. Todos seremos rebautizados en la Vigilia Pascual por la aspersión del agua bautismal. Esa Noche la Iglesia entera nace de nuevo; todos somos neófitos, nuevas plantas.


Avelino Cayón

Para la Semana

Lunes 3:

Daniel 9,4b 10. Nos abruma la vergüenza por¬que hemos pecado contra ti,

Lucas 6,36 38. Perdonad y seréis perdonados.

Martes 3:

Isaías 1,10.16 19. Aprended a obrar bien, bus¬cad la justicia,
Mateo 23,1 12. Filos no hacen lo que dicen.

Miércoles 3:

Jeremias 19.18 20, ¡Venid y le heriremos!

Mateo 29,17 28. Lo condenarán a muerte.


Jueves 3:

Jeremias 17,5 10. Maldito quien confía en el hombre; bendito quien confía en el Señor.


Lucas 16,19 31. Tú recibirás bienes en vida y Lázaro a su vez males: por eso encuentra aquí consuelo mientras que tú padeces

Viernes 3:

Génesis 37,3 4.12 13a.17b 28. ¡Ahí viene el so¬ñador! ¡Venid, matémosle!

Mateo 21,33 43 46. Este es el heredero, ¡venid!, matémosle.

Sábado 3:

Miqueas 7,14 15.18~20. Arrojará al fondo del mar todos nuestros delitos.

Lucas 153 3.11 32. El hijo pródigo volvió a casa paterna reconociendo que habla pecado contra el cielo y contra su padre