Hechos de lso apóstoles 15, 1-6; Sal 121, 1-2. 4-5; san Juan 15, 1-8

Vamos a proclamar por tercera vez en cuatro días (al menos en la ciudad de Madrid), el Evangelio de hoy. Sigo sin entender a aquellos que la Misa les parece siempre igual, podríamos predicar sobre este evangelio un mes entero y no repetirnos, podríamos llevarlo a la oración personal un año y encontrar siempre luces nuevas.

“Yo soy la vid, vosotros los sarmientos; el que permanece en mí y yo en él, ése da fruto abundante; porque sin mí no podéis hacer nada. Al que no permanece en mí lo tiran fuera, corno el sarmiento, y se seca; luego los recogen y los echan al fuego, y arden.” Cuanto más se avanza en la vida espiritual más cuenta te das de que Jesucristo no era ningún espiritualista. Hablaba de cosas muy concretas y definidas. ¿Cómo nos unimos a Cristo? En la Iglesia. Al recoger la colecta me he encontrado un céntimo de euro envuelto en una servilleta de un bar en la que habían escrito: “Creo en Dios, pero no creo en vosotros curas (aquí vienen algunas palabras que la decencia del lugar no me deja transcribir y con unas faltas de ortografía que tampoco puedo escribir). ¡Yo os maldigo!.” Ese (o esa) pobre es un (o una) espiritualista. Parece mentira la de personas que hoy en día, en que tanto se valora lo comunitario y lo que es “demostrable,” en cuestiones de fe nos volvamos independientes, solitarios y, en el fondo, falsos espiritualistas.

“En aquellos días, unos que bajaron de Judea se pusieron a enseñar a los hermanos que, si no se circuncidaban conforme a la tradición de Moisés, no podían salvarse. Esto provocó un altercado y una violenta discusión con Pablo y Bernabé; y se decidió que Pablo, Bernabé y algunos más subieran a Jerusalén a consultar a los apóstoles y presbíteros sobre la controversia.” En los comienzos de la Iglesia también había algunos que querían interpretar las cosas a su manera, al margen de los demás. Si no existiese la Iglesia ahora unos estaríamos circuncidados, otros se afeitarían la cabeza, otros bailarían la sardana los domingos y fiestas de guardar y otros harían la guerra santa.

A veces nos puede costar pedir consejo y aceptar lo que la Iglesia nos enseña. Nos parece mucho más sensata y cuerda nuestra postura. Sin embargo el estar unido a la vid , el seguir con fidelidad a Cristo, pasa por saber que el Espíritu Santo es el que guía a su Iglesia y es el medio ordinario por el que recibimos las indicaciones para vivir nuestra vida según Cristo. Los que no quieren escuchar a la Iglesia acaban escuchando al más poderoso, al más cómodo o al más egoísta. Los que quieren vivir solos su fe acaban perdiendo la fe, que es don de Dios.

Esto también conlleva que los sacerdotes, y todos los cristianos, nos formemos bien y estemos realmente unidos a Cristo en la oración, pues no podemos dar nuestra opinión ni nuestro parecer. A veces hay que ser exigentes, pero arropados por la misericordia de Dios.

Ojalá todos nos animemos a pedir consejo a quien puede dárnoslo y que nos quiere más que nosotros a nosotros mismos. La Virgen nos ayuda siempre a descubrir la cara materna de la Iglesia y a unirnos efectivamente a Cristo.