Hechos de los apóstoles 28, 16-20. 30-31; Sal 10, 4.5 y 7; san Juan 21, 20-25

«Muchas otras cosas hizo Jesús. Si se escribieran una por una, pienso que los libros
no cabrían ni en todo el mundo»… Asombrosa firma para un evangelio breve.
Están de moda los libros de memorias. Cualquier tonto que haya aparecido alguna
vez en un periódico se cree en el deber de no salir de este mundo sin obsequiarnos con
un tomo lleno de páginas que perpetúe su huella en la tierra y que proporcione algún
beneficio económico a sus herederos. Algunos hay que las escriben a los cincuenta
años, con la secreta esperanza de poder regalarnos una «segunda parte» antes de dejar de
fumar. Lógicamente, un buen libro de memorias no puede escribirse en un cuadernillo
de veinte folios por una cara; hay que llenar, al menos doscientas cincuenta páginas. Y,
para eso, nada mejor que incluir las aventuras amorosas. Cuantas más, mejor: mucha
cama. Cama real, cama ficticia, cama imaginaria, cama exótica. Procure, por favor, que
aparezca entre las sábanas algún famoso. Si se acostó usted con un don nadie, no nos
interesa. Pero si se acostó con el presentador del telediario, o con algún diputado, o -por
lo menos- con el concejal de un pueblo de más de tres mil habitantes, ¡Cuéntelo y le
pagaremos!… Luego se pone la firma, se lleva el tocho a la editorial… Y hala, a morirse.
Para indicar que en ese volumen se ha agotado la verdad (y la mentira también) sobre el
personaje en cuestión, podemos titularlo: «Todo lo que quiso saber sobre…» Y será un
best-seller.
No existe un «Todo lo que quiso saber sobre Jesucristo». Los evangelios son tan
escuetos, que cuando uno los cierra apenas sí ha empezado a probar bocado. Hablando
en términos cinematográficos, casi diríamos que son un «trailer», un adelanto que
despierte el deseo de ver la película entera… Pero esa película no está escrita. El
evangelio ha quedado abierto como el Costado de Cristo.
«Muchas otras cosas hizo Jesús»… Las hizo en Pedro. Las hizo en Pablo. Siguió
obrando maravillas en Agustín. Continuó en Francisco y después en Teresa, en
Ignacio… Y Juan-María, y Teresita, y Josemaría… La biografía de Jesús sigue abierta, y
ahora la pluma eres tú. ¿Te dejarás guiar? ¿Serás instrumento dócil, con el que Cristo
pueda seguir llenando las páginas de esta maravillosa Historia de Salvación?
¿Intentarás, amigo mío, hacer lo posible para no dejar tus borrones en este evangelio
que es obra del Espíritu? Obedece. Obedece y Jesús hará una buena letra contigo…
«Hágase en mí según tu Palabra», y con María Dios escribió «Jesús». Contigo y
conmigo, el Paráclito quiere trazar el mismo nombre entre nuestros hermanos… Anda,
dile que sí.