Libro de los Reyes 2. 1. 6-14; Sal 30, 20. 21. 24 ; san Mateo 6, 1-6- 16-18

El Evangelio de hoy se lee también el miércoles de ceniza. Me ha alegrado toparme con él a la hora de escribir el comentario porque, demasiadas veces, pensamos que hay cosas que sólo son propias de unos días y nos olvidamos de la validez constante del Evangelio. La rectitud verdadera no es exclusiva de la Cuaresma de la misma manera que la alegría va más allá de la Navidad o la Pascua.

Las enseñanzas de este día nos ayudan o vivir el culto verdadero. Al dar limosna hemos de ser discretos para no convertirla en espectáculo, al igual que al ayunar hemos de procurar que la atención no se centre en nuestras abstinencias sino que sea verdadera purificación interior. ¡Es tan fácil tergiversarlo todo! Estas cosas, cualquier persona mínimamente pudorosa las entiende. Dar limosna y ayunar sirven para debilitar el propio yo y reconocer la grandeza de Dios. ¡Qué terrible si las manipulamos de tal manera que en lugar de alcanzar su fin sirven precisamente para lo contrario!

Pero quizás antes debamos hacernos algunas preguntas: ¿damos limosna según nuestras posibilidades? ¿ayunamos? ¿hacemos pequeñas mortificaciones que nos ayuden a vencernos y a estar más disponibles para Dios?

En varias ocasiones los miembros de un movimiento llamado Crhistifideles Laici me han invitado a los Cursillos de Evangelización que organizan. He subido para ayudarles en el momento de las confesiones. Cuando he podido me he colado en alguna de las charlas que dan, orientadas a buscar la conversión de las personas. Alguna vez he escuchado lo que llaman “palancas”, que son oraciones y mortificaciones hechas por los miembros del movimiento para que Dios toque las almas de esas personas. Las escriben anónimamente y las depositan en una caja. Me he emocionado al ver que algunos utilizaban cilicios, o se comprometían a rezar el rosario diariamente, o renunciaban a tomar postre durante unos días para que el Cursillo obtuviera frutos. Esas personas entienden que la vida de la gracia es una cosa muy seria, que es puesta en peligro continuamente por los enemigos del mundo y que hay que luchar de verdad por mantenerla. Para mí siempre han sido una lección. Lo mismo podría decir de la vida de penitencia que se vive en algunos monasterios de clausura. Aún escondidos del mundo esos contemplativos saben que han de luchar contra el orgullo y mortifican su carne y su espíritu.

Por tanto, la corrección que hace el Señor presupone el hecho de la limosna y del ayuno. Si no hacemos limosna y ayuno escuchar este Evangelio es una pérdida de tiempo. Sería horrible que llegáramos a decir: “Ves, yo no ayuno porque no quiero ser hipócrita”. Al contrario, debemos pedir fuerzas para emprender el camino del desprendimiento y la negación, y para que eso no nos enorgullezca.

Que María, que nos dio a su propio Hijo, y permaneció siempre oculta detrás de Él nos enseñe el verdadero camino de la vida espiritual.