Amós 9, 11 15; Sal 84, 9. 11 12. 13 14 ; san Mateo 9, 14-17

Hoy, Valencia estará llena de miles de familias que, junto al Santo Padre, van a celebrar eso: ser familia. Aunque yo no pueda ir, como tantos otros, estaré unido en espíritu y escuchando con atención lo que el Papa nos diga. Luego me contarán el ambiente que allí se vivió y el clima de fe y de alegría que seguro que se puede respirar. Y es que existe algo que ninguna ley puede cambiar, que nadie nos debe robar y que de ninguna manera podemos perder: la alegría. Estos días he creído que me habían robado gran parte de la alegría, pero he vuelto a descubrir que, como los ahorradores que se llevan sus fondos a Suiza, nosotros tenemos la alegría en el depósito del Sagrario y, aunque parezca que desvalijan nuestra casa, la alegría está a buen recaudo, es Dios nuestro banquero de la alegría y ni nos estafa ni deja que le roben. Y, además del Sagrario de nuestros templos, está el sagrario de la familia cristiana, iglesia doméstica la llama el Concilio, en la que se vive y se guarda la alegría. Ninguna otra institución puede garantizarnos eso, por muchos derechos o poderes que dé o que quite. Por eso Valencia será como una explosión de alegría que luego se difundirá por el mundo entero.

“Mirad que llegan días oráculo del Señor- en que el que ara sigue de cerca al segador; el que pisa las uvas, al sembrador; los montes manarán vino, y fluirán los collados. Haré volver los cautivos de Israel, edificarán ciudades destruidas y las habitarán, plantarán viñas y beberán de su vino, cultivarán huertos y comerán de sus frutos. Los plantaré en su campo, y no serán arrancados del campo que yo les di, dice el Señor, tu Dios.” Tras tantas malas noticias que nos ha dado el profeta Amós esta semana, hoy se llena de esperanza. Mucha gente me dice que la juventud está fatal, que las familias están destrozadas, que ya no hay esperanza. Pero el Señor nos llena de una esperanza cierta, llegarán días en que todo vuelva a sus ser. Ni una persona ni una sociedad puede sostenerse sobre la mentira, que sólo lleva al desaliento, al egoísmo y a la tristeza. La alegría es como el agua, se filtra por cualquier pequeña rendija y sigue avanzando. Quien tenga sed buscará la fuente de donde mana esa agua y se encontrará con Dios. Y empezará una nueva vida, una nueva sociedad, un nuevo mundo. Y la Iglesia, el Santo Padre, nos muestra esa fuente escondida a veces, pero sencilla de encontrar para quien la busca. Y las familias no harán un gran documento o una declaración de principios; simplemente mostrarán la alegría que sólo puede surgir de la familia que pone a Dios como base de sus relaciones.

¿Por qué los discípulos de Jesús no ayunan? Se preguntan los discípulos de Juan. Pues porqué está el novio con ellos. No ayunaban, pero se comían las espigas del campo porque tenían hambre, y es que cuando se vive del verdadero amor se vive todo de una manera nueva. ¿Quién diría, viendo a una madre con su hijo en brazos, que hace poco tiempo estaba entre dolores de parto? ¿Qué padre parece que se priva de algo cuando está ahorrando para su hijo? ¿Qué padre maldice a su hijo por haberse pasado una noche en vela vigilando su enfermedad? Cuando hay verdadero amor no hay ayuno externo, aunque haya muchas privaciones.

María, la Virgen de los Desamparados, Patrona de Valencia, es la madre de la gran familia de la Iglesia. A ella encomendamos las familias del mundo entero y su testimonio de alegría.