san Pablo a los Corintios 9,6-10; Sal 111, 1-2. 5-6. 7-8. 9 ; san Juan 12, 24-26

Hoy es San Lorenzo, santo de mi primer párroco en la época de seminario. Es un buen sacerdote, que me dio un consejo que nunca he olvidado (aunque a algunos les parezca injusto). Me dijo: “Mira, por ser joven ya tienes medio camino ganado. Tendrás éxito donde vayas, pero acuérdate de una cosa, cuando te cambien te compararán con el siguiente sacerdote y dirán lo bueno que eras. Al año siguiente se acordarán un poco menos, y se irán poniendo por delante los defectos que las virtudes. En cuatro o cinco años será difícil que se acuerden de ti. Dirán: “¿Quién estaba antes de D. Fulanito? ¿Era el bajito calvo o el gordo antipático?” Sólo el que acerques a Dios se acordará, pues rezará por ti.” Hace 23 años de esto, y he comprobado que tenía más razón que un santo.

“Os aseguro que si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda infecundo; pero si muere, da mucho fruto.” Habitualmente la vida del sacerdote está en el candelero, a la vista de mucha gente, aunque el verdadero trabajo del sacerdote suele permanecer oculto. Ayer mismo me porfiaban unos feligreses (buena gente), el por qué los curas no se casaban. Sólo ven la vida externa, lo que se muestra a la luz pública. Hay muchos que piensan que la vida oculta del sacerdote está llena de pecado y malos pensamientos. Sin embargo, por conocimiento de muchos sacerdotes, os puedo decir que lo normal es que esté llena de oración, sacrificios, reparación por los pecados y una absoluta sencillez. Lo que menos importa es lo que se ve, esas iniciativas que se hacen por los demás, a veces de mucho relumbrón, pero que si no van acompañadas por la oración y la mortificación, se quedan en nada: en cuatro o cinco años, olvidadas.

“El que siembra tacañamente, tacañamente cosechará; el que siembra generosamente, generosamente cosechará. Cada uno dé como haya decidido su conciencia: no a disgusto ni por compromiso; porque al que da de buena gana lo ama Dios.” La generosidad no es el activismo. Para sembrar hay que hacer un agujero, mayor o menor según la semilla, que sólo se excava con la oración y la entrega de la vida, silenciosa y constante. Quien piense en la aventura de entregarse a Dios con la imagen de Indiana Jones en la retina, se equivoca de medio a medio. No faltarán aventuras apasionantes, pero las más importantes permanecerán en el silencio de tu conciencia y de aquellos que se acerquen al Señor.

“El que quiera servirme, que me siga, y donde esté yo, allí también estará mi servidor; a quien me sirva, el Padre lo premiará.” Habitualmente el que sigue a Cristo suele llegar hasta la cruz, y recibe un premio en el mundo a base de patadas. Pero el que paga es el Padre, lo que nos pueda dar el mundo es calderilla.

La Virgen nos va adelantando la paga y nos consuela en nuestras penas, que tampoco son tan grandes. Acerquémonos a ella.