Comentario Pastoral
EL BANQUETE SAGRADO
Comer juntos es el acto más expresivo de la vida familiar y el momento más fuerte de vinculación y crecimiento en el amor común. En el plano humano es asimilar el poder de otra cosa, es reconocer que uno solo no se basta, es llegar a ser adulto, es mantenerse en la vida y reforzar el signo de unidad y de alegría. Pero el banquete siempre ha tenido un carácter sagrado y difícilmente se dan acciones sagradas sin banquete. Comer en el plano divino es participar en la vida de la divinidad, es divinizarse por connaturalidad y por asimilación. La asimilación del alimento es la expresión fundamental de la asimilación de Dios. Por eso en todas las culturas, religiosas, de una forma u otra, siempre han existido los banquetes sagrados, que desde una valoración pagana, podían ser totémicos, sacrificiales y mistéricos. Lo que no puede negarse al cristianismo es una peculiar originalidad al imprimir al banquete unos valores profundos y singulares. La “fracción del pan eucarístico”, desde sus orígenes, es el modo perenne de relación con Dios y de actualización de la obra redentora de Cristo. A los primeros cristianos ya se les reconocía públicamente por este banquete sagrado, signo de la mutua caridad, esencialmente vinculada a la «fracción», La Eucaristía es por un lado perfección de toda una serie de signos prefigurativos veterotestamentarios, y por otro, memorial y recuerdo de los acontecimientos salvíficos cumplidos por Cristo en su muerte y resurrección. El cristiano vive en permanente invitación a la comunión con la sabiduría divina y con Cristo a través de la Eucaristía. La comunión eucarística transforma al creyente en himno de alabanza a Dios, en Cuerpo de Cristo, en Palabra viva que testimonia ante el mundo la salvación. La Eucaristía es sacramento de la fe, sacrificio pascual, presencia de Cristo, raíz y culmen de la Iglesia, signo de unidad, vínculo de amor, prenda de esperanza y de gloria futura.
Andrés Pardo
Para orar con la liturgia
«La Eucaristía es nuestro pan cotidiano. La virtud propia de este
divino alimento es la fuerza de unión: nos une al Cuerpo del
Salvador y hace de nosotros sus miembros para que vengamos a
ser lo que recibimos…Este pan cotidiano se encuentra, además,
en las lecturas que oís cada día en la Iglesia, en los himnos que
se cantan y que vosotros cantáis. Todo eso es necesario en nuestra
peregrinación».
San Agustín, serm. 57,7,7
Palabra de Dios: |
Proverbios 9, 1-6 |
Sal 33, 2-3. 10-11. 12-13. 14-15 |
san Pablo a los Efesios 5, 15-20 |
san Juan 6, 51-58 |
Comprender la Palabra
Volvemos a escuchar, este Domingo, al comienzo de la Lectura del Evangelio, las palabras centrales del Discurso-Coloquio sobre el Pan de Vida, que escuchábamos el Domingo pasado al final de la Lectura del Evangelio; palabras reveladoras del Misterio de la Eucaristía: «El pan, que Yo os daré, es mi CARNE para la vida del mundo”.
En su Discurso-Coloquio el Señor insistentemente se dice a Si mismo: «Pan «, «Pan de Vida», Puede entenderse «Pan» en sentido metafórico, como se entiende en el Libro de los Proverbios (1ª Lectura): «Venid a comer mi pan…y viviréis». Pero, a partir del momento, en que Jesús introduce en su alocución la palabra «carne», para designarse a Si mismo, a su Persona, ya no cabe duda de que el Señor está revelando, prometiendo, el Misterio de la Eucaristía, al que en forma velada venia refiriéndose desde el principio de su enseñanza. San Juan no incluye en su Evangelio el Relato de la Institución de la Eucaristía, como hacen los otros Evangelistas. En su lugar pone el relato del Lavatorio de los pies. Sin embargo en las palabras centrales de todo el Discurso-Coloquio, que hemos citado, escuchamos, en forma velada, las palabras consagratorias del pan. Obsérvese la semejanza de las dos fórmulas: «ESTO (el pan, que el Señor tiene en sus manos) ES MI CUERPO, ENTREGADO POR VOSOTROS» y «EL PAN, QUE YO OS DARÉ. ES MI CARNE PARA LA VIDA DEL MUNDO». No obstante las diferencias, hay equivalencia entre ambas fórmulas.
A continuación el Señor explica el sentido de la Eucaristía, de la Comunión con El: «tiene vida eterna… Yo lo resucitaré el último día… habita en Mí y Yo en él… vivirá por Mí».
A la luz de esta Revelación, que nos hace el Señor, las palabras del Libro de los Proverbios, en la 1ª Lectura, son anuncio profético del Misterio de la Eucaristía: «Venid a comer mi pan y a beber mi vino…» («tomad y comed…tomad y bebed..,» -nos dice el Señor-).
El Salmo -el mismo del Domingo pasado y del Domingo que viene- es tradicionalmente cántico, que acompaña el momento de la Comunión, por las veladas alusiones al Misterio de la Eucaristía («Gustad y ved qué bueno es el Señor»).
Avelino Cayón
el Sínodo Diocesano
|
al ritmo de la semana
Santa María Reina – 22 agosto
Pío XII en 1954 instituyó la fiesta de Santa María Reina. Actualmente se celebra el22 de enero, octava de la Asunción de la Virgen María. La dignidad real de Santa María Virgen pertenece al misterio de su plena glorificación y perfecta configuración con su Hijo, Rey del universo. «La Virgen Inmaculada terminado el curso de su vida terrena, fue asunta en cuerpo y alma a la gloria celestial y ensalzada como Reina del universo, para que se asemejara más a su Hijo, Señor de señores y vencedor del pecado y de la muerte» (LG 59).
La Santísima Virgen es Reina gloriosa en el cielo porque en la tierra fue la humilde esclava. Dios Padre, que a Cristo, humillado hasta la muerte, lo coronó de gloria y lo sentó a su derecha, exaltó igualmente a la Virgen, su humilde esclava, sobre los coros de los ángeles.
Santa María es Reina madre porque dio a luz al Rey, que se sienta sobre el trono de David y, por beneplácito de Dios es también madre nuestra. «Dios todopoderoso, que nos has dado como Madre y como Reina a la Madre de tu Unigénito…».
Reina suplicante es la Santísima Virgen, ya que, exaltada «sobre los coros de los ángeles», reina gloriosa con su Hijo, «intercediendo por todos los hombres como abogada de la gracia y reina del universo».
Santa María es también Reina tipo de la gloria futura de la Iglesia. Lo que se ha realizado en ella, miembro supereminente, se realizará también en todos los demás miembros del Cuerpo místico. «Concédenos que, protegidos por su intercesión, alcancemos la gloria de tus hijos en el reino de los cielos».
En la salve invocamos a María con el doble título de «Reina y Madre de misericordia». Así ha entendido el pueblo cristiano la intercesión de María, a la que en todo momento ha mirado como Reina poderosa y Madre entrañable».
J. L. O.
Para la Semana
Lunes 3: |
Ezequiel 24,15-24. Ezequiel os servirá de señal: haréis lo mismo que él ha hecho. Mateo 19,16-22. Si quieres llegar hasta el final, vende lo que tienes. así tendrás un tesoro en el cielo. |
Martes 3: |
Hebreos 9,1-3.5-6. Un hijo se nos ha dado. Lucas 1.26-38. Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo. |
Miércoles 3: |
Ezequiel 34, 1-11. Libraré a mis ovejas de sus fauces para que no sean su manjar. Mateo 20,1-6. ¿Vas a tener tú envidia porque yo soy bueno? |
Jueves 3: |
Apocalipsis 21,9b-14. Doce besamentos que llevaban doce nombres: los nombres de los apóstoles del Cordero. Juan 1,45-51. Ahí tenéis a un israelita de verdad, en quien no hay engaño. |
Viernes 3: |
Ezequiel 37, 1-14. Huesos secos, escuchad la palabra del Señor. Os haré salir de vuestros sepulcros, casa de Israel. Mateo 22,34-40. Amarás al Señor tu Dios, y a tu prójimo como a ti mismo. |
Sábado 3: |
Ezequiel 43, 1-7a. La gloria del Señor entró en el templo. Mateo 23,1-12. No hacen lo que dicen. |