Comentario Pastoral
PREPARAR LA NAVIDAD

Preparar las cosas es signo de madurez en el obrar, es signo de nuestra vida. No podemos dejar las cosas al acaso, a la espontaneidad, a la fortuna. Preparamos aquello que nos interesa: unas oposiciones, un viaje, una comida… tantas y tantas cosas. Es bueno que en este 4° domingo de adviento, próxima ya la Navidad, nosotros nos preguntemos: ¿hemos preparado la Navidad? ¿hemos preparado el acontecimiento salvador de Dios? Evidentemente que nuestro mundo brilla ante una preparación, pero quizá una preparación que es fruto de una actividad comercial. Se preparan trenes especiales, se preparan grandes anuncios, programas sugestivos; se preparan nuestro belenes domésticos, nuestro árbol de navidad, la comida de esos días. Preparamos la Navidad con el simple testimonio de «felices pascuas», con unos christmas, ¿pero la preparamos profundamente en nuestro espíritu? ¿Nos quedamos en lo externo, en lo casi anecdótico y superficial, en lo que tiene colorido? María ante su navidad, se pone en camino y sale de su casa, va a visitar a su prima Isabel y la ayuda con su trabajo. Y esto que puede parecer algo anecdótico y superficial puede sernos muy útil de cara a la Navidad próxima. Fracasaríamos en casa, de cara a nuestros problemas y aunque nos ambientemos con villancicos y luces de colores, aunque de verdad vivamos en familia esos días, si nosotros nos encerramos, estamos rompiendo el sentido de la Navidad. La Navidad es algo que tiene que romper nuestro egoísmo, nuestra cerrazón, para abrimos a los demás. No tenemos que contentamos con una colaboración en las campañas de Navidad. Tenemos que hacer algo más: ponemos en camino hacia el otro, sea familiar, amigo o desconocido. Esto es lo que hizo María ante su Navidad: ponerse en camino a casa de Isabel. y nosotros que todavía estamos a tiempo ahora que todavía faltan unas fechas, podemos preguntamos: ¿nos hemos puesto en camino por algo. por alguien

Andrés Pardo


Para orar con la liturgia
Dichosa Maria que unió virginidad, fecundidad y humildad. «Venerad, pues, los casados la integridad y pureza de aquel cuerpo mortal; admirad vosotras vírgenes consagradas, la fecundidad de la Virgen; imitad, hombres todos, la humildad de la Madre de Dios; honrad ángeles santos a la Madre de vuestro Rey… a cuya dignidad sea dada toda gloria y honor»

S. Bernardo. Homilía I, sobre el «Missus est»


Palabra de Dios:

Isaías 62, 1-5

Sal 88, 4-5. 16-17. 27 y 29

Hechos de los apóstoles 13, 16-17. 22-25

San Mateo 1, 1-25

Comprender la Palabra

El Domingo 4º del Tiempo de Adviento cae dentro del Octavario de preparación para la Solemnidad de la Navidad (Dios 17-24).
En la Lectura del Evangelio escuchamos sucesos inmediatos al del Nacimiento de Cristo. Este año (ciclo C): la Visitación de Maria a su pariente Isabel.
María lleva en su seno a Jesús. Ella es «la Madre, que va a dar a luz» como anuncia el Profeta Miqueas (1ª Lectura). Cercano está el tiempo del alumbramiento conyunturalmente en «Belén», como el mismo Profeta indica. El Hijo, que va a nacer no puede ser otro que el Mesías. Como en tantos otros anuncios proféticos, las palabras de Miqueas tienen largo alcance y adquieren una profundidad sólo verificable en el Mesías, Cristo. En efecto, sólo Él es «de origen antiguo y de tiempo inmemorial» -el Hijo de Dios eterno-; sólo Él puede «mostrarse grande hasta los confines de la tierra»; y no sólo trae la paz, «Él es nuestra paz». y Él es «el Pastor (Dios-Pastor) de Israel» -del Nuevo Israel-.
Con razón se afirma que en el Antiguo Testamento se nos va describiendo qué es Cristo y en el Nuevo Testamento lo verificamos en la Persona de Jesús Cristo. Isabel, «llena del Espíritu Santo» intuye el Misterio, largamente anunciado y próximo a revelarse, y llama a María «la Madre de mi Señor (Dios)» y «dice a voz en grito»: «Bendito el Fruto de tu vientre»)’ en consecuencia «Bendita tú entre las mujeres».
Oportunamente escuchamos un fragmento de la Carta a los Hebreos (2ª Lectura), en el que se nos revela, con palabras del Libro Sagrado (Salmo 39) cuál es la intención, el propósito, del Mesías, Cristo, su razón de ser, «al entrar en el mundo «: «Aquí estoy para hacer tu voluntad»=la voluntad del Padre, que no es otra sino la Ofrenda, es decir; la entrega de la propia Vida en el Ministerio Mesiánico hasta la Muerte de cruz, hasta la Resurrección Y de este modo la Vida queda sacrificada (hecha sagrada). «Y conforme a esta voluntad -concluye- todos quedamos santificados (hechos santos, perfectos, glorificados, divinizados) por la oblación del Cuerpo de Jesucristo hecha una vez para siempre».
Solemnidad de la Navidad


Son cuatro los conjuntos de Lecturas bíblicas en la Solemnidad de la Natividad del Señor: en la Vigilia, a Medianoche, en la Mañana (temprano) y en el Día.
En todas ellas -no podemos aquí comentarlas- se nos pone de relieve la sacramentalidad del Misterio de la Encarnación-Nacimiento de Jesucristo. Él es el Sacramento de Dios. Es decir: en lo visible de Jesucristo, en su Humanidad, transparece, a la luz de la fe, lo Invisible de Jesucristo, su Divinidad. Él es el Hijo: quien le ve a Él ve al Padre.
V. gr., en el Niño, recostado en el pesebre, reconocemos «al único Salvador: el Mesías el Señor (Dios)», como anunciaron los ángeles a los pastores. Y en «la carne», en ,»el hombre» Jesús, reconocemos a quien es «la Palabra de Dios», al «Hijo de Dios, que está en el seno del Padre», como se nos revela en el Poema-Prólogo del Evangelio según San Juan, que culmina con estas palabras: Ira cuantos lo recibieron (por la fe) les da poder para ser hijos de Dios».

Avelino Cayón


al ritmo de la semana


La Natividad del Señor – 25 diciembre

Mañana celebramos la solemnidad de la Natividad del Señor. Un día cargado de densidad espiritual y teológica. Cuatro convocatorias para celebrar la Eucaristía; la víspera -misa de la vigilia-, a medianoche, el alba y en el día. Es como si la Iglesia quisiera estar continuamente contemplando el misterio. Ya de víspera se nos dispone los ánimos para la celebración: «Hoy vais a saber que el Señor vendrá y nos salvará, y mañana contemplaréis su gloria». La comunidad cristiana se alegra porque ha terminado la larga espera de ]a humanidad,. El Mesías nacerá de María, la virgen desposada con José.
El momento culminante de la celebración de medianoche lo ocupa el anuncio del ángel: «Os traigo la buena noticia, la gran alegría para todo el pueblo: hoy, en la ciudad de David, os ha nacido un salvador: el Mesías, el Señor..». Y en este anuncio feliz se revela la gloria del Señor, que envuelve con su claridad no sólo a los pastores, los primeros en oír la buena noticia, sino a todos los creyentes que en esa noche velan para recibir al Rey y Señor.
La misa del alba está impregnada de la alegría de los pastores y de la dicha silenciosa de María, «que conservaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón».
Navidad no es un día cualquiera, una fiesta más: «Nos ha amanecido un día sagrado; venid, naciones adorad al Señor, porque hoy una gran luz ha bajado a la tierra». Este niño recién nacido es «la Palabra que ya existía en el principio, que estaba junto a Dios y era Dios… y vida… y luz de los hombres… que se hizo carne y acampó entre nosotros». La venida del «Hijo por medio del cual Dios ha ido realizando las edades del mundo… el reflejo de su gloria, impronta de su ser», trae consigo la salvación de Dios, que llegará a todos los confines de la tierra.
La encarnación del Hijo de Dios ha sido un maravilloso intercambio, en el que «el hombre ofreció a Dios la naturaleza humana que él creara y que el pecado dañó, para recibir, en Cristo, la participación en la divinidad».


J. L. O.

Para la Semana

Lunes 3:
La Natividad del Señor. Dios ama a los hombres: son sus favoritos. Él nos salva. Pero su salvación está enraizada en la historia. En Jesús. Dios se hace carne, Dios con nosotros.

Medianoche:

Isaías 9,1-3.5-6. Un hijo se nos ha dado.

Tito 2, 11-14. Ha aparecido la gracia de Dios para todos los hombres.

Lucas 2,1.14. Hoyos ha nacido un salvador.

Día:

Isaías 52,7-10. Los confines de la tierra verán la victoria de nuestro Dios.

Hebreos 1,1-6. Dios nos ha hablado por su hijo.

Juan 1,1-18. La Palabra se hizo carne y acampó entre nosotros.

Martes 3:
San Esteban, protomártir.

Hechos 6,8-10; 7,54-60. Veo el cielo abierto.

Mateo 10,17-22. No seréis vosotros los que habléis, sino el Espíritu de vuestro Padre.

Miércoles 3:
San Juan, apóstol predilecto de Jesús.

l Juan 1,1-4. Os anunciamos lo que hemos visto y oído.

Juan 20,2-8. El otro discípulo corría más que Pedro y llegó primero al sepulcro.

Jueves 3:
Los santos Inocentes. Cristo se salvó de la persecución de Herodes por la matanza de unos niños inocentes, que la Iglesia veneran desde siempre.

1 Juan 1.5-2,2. La sangre de Jesús nos limpia los pecados.

Mateo 2,13-18. Herodes mandó matar a todos los niños en Belén.

Viernes 3:

1 Juan 2,3-11. Quien ama a su hermano permanece en la luz.

Lucas 2,22-35. Luz para alumbrar a las naciones.

Sábado 3:

1 Juan 2,12-17. El que hace la voluntad de Dios permanece para siempre.

Lucas 2,36-40. Hablaba del niño a todos los que aguardaban la liberación de Jerusalén.