Comentario Pastoral
EL HIJO QUE NO ERA PRÓDIGO
Se abre la liturgia de este domingo «Laetare» con una invitación a la alegría pascual, aunque aún estemos a la mitad de la Cuaresma. Hoy se proclama una de las parábolas más entrañables y conocidas, la del hijo pródigo. La gran enseñanza del hijo pródigo es su retorno, verdadera catequesis de la conversión auténtica, que tiene los pasos siguientes: 1) darse cuenta de que hemos derrochado nuestra fortuna y vivimos perdidamente; 2) recapacitar y soñar la abundancia de la casa paterna; 3) examinarse para saber lo que hay que manifestar acusándose pecador; 4) ponerse en camino, cumplir la penitencia previa de desandar nuestros malos pasos; 5) confesarse diciendo: «Padre, he pecado…».
¿Y qué decir del hijo mayor? ¿Por qué los cristianos no somos capaces de aceptar y comprender que Dios Padre tiene siempre sus brazos abiertos en un gesto inmenso de perdón? ¿Por qué no entendemos que en la casa del Padre hay sitio para todos, un puesto privilegiado para el hijo que vuelve ‘arrepentido? Corremos el peligro de ser «hijos mayores» que se queman en casa cuando vivimos en una fría honradez legalista, cuando nuestra conducta virtuosa se hace estrecha y nos separa de los otros, cuando reducimos la vida en la casa paterna a una cuestión de reglamento y de prohibiciones, cuando no salimos en busca de quien se ha ido. ¿Quién está más lejos de casa? ¿El insensato que la ha abandonado, pero que la recuerda, o el que se ha quedado en ella sin amor?
Andrés Pardo
Para orar con la liturgia
Tú. Dios de bondad y misericordia, ofreces siempre tu perdón
e invitas a los pecadores a recurrir confiadamente a tu clemencia.
Muchas veces los hombres hemos quebrantado tu alianza;
pero tú, en vez de abandonamos has sellado de nuevo con la familia humana,
por Jesucristo, tu Hijo, nuestro Señor,
un pacto tan sólido, que ya nada lo podrá romper.
Y ahora, mientras ofreces a tu pueblo un tiempo de gracia y reconciliación,
lo alientas en Cristo para que vuelva a ti,
obedeciendo más plenamente al Espíritu Santo,
y se entregue al servicio de todos los hombres.
Prefacio Reconciliación I
Palabra de Dios: |
Josué 5, 9a. 10-12 |
Sal 33, 2-3. 4-5. 6-7 |
Corintios 5, 17-21 |
San Lucas 15, 1-3. 11-32 |
Comprender la Palabra
La Penitencia-Conversión es el aspecto relevante de la Cuaresma de este año (ciclo C). La Conversión está magistralmente descrita en el proceso del Hijo Pródigo de la Parábola Evangélica. Primero se percata de su situación de vacío, de frustración, e inmediatamente se produce el cambio: se siente culpable («me levantaré y le diré: Padre he pecado contra el cielo y contra ti»), se arrepiente, se convierte (vuelve sobre sus pasos). La conversión lleva dentro de sí el perdón; perdón, que se hace expresivo en la reconciliación con «el Padre» («el padre…se le echó al cuello y se puso a besarlo»).
El mejor comentario de la Parábola es la exhortación del Apóstol (2° Lectura): «Dios…por medio de Cristo nos reconcilió…el Cristo estaba reconciliando al mundo consigo…sin pedirle cuenta de sus pecados».
La conversión-reconciliación con Dios, no sólo perdona (quita) el pecado, además transforma (purifica, renueva); dice el padre a los criados, al ver el estado lastimoso en que llega el Hijo Pródigo, «sacad enseguida el mejor traje y vestidlo «. Recuerdan estas palabras aquellas otras del Apóstol San Pablo: «…os habéis revestido de Cristo». El cambio de una a otra situación, operado por el perdón de Dios es tan radical que el Padre de la Parábola insiste por dos veces: «este hijo mío -este hermano tuyo- estaba muerto y ha resucitado», Y e! Apóstol nos dice: «El que es de Cristo (por la conversión y el perdón) es una creatura nueva; lo viejo (hombre viejo) ha pasado, los nuevo (hombre nuevo) ha comenzado «.
En la Parábola del Hijo Pródigo y en la exhortación del Apóstol (2ª Lectura) esta latente el Sacramento de la Penitencia, de la Reconciliación, del perdón, También el Sacramento de la Penitencia es Sacramento Pascual. «En nombre de Cristo -insiste el Apóstol- os pedimos que os reconciliéis con Dios».
El proceso de conversión, expresado en el Sacramento de la Penitencia, tiene su término, su momento culminante, en el Banquete Eucarístico, Sacramento-Fuente de la reconciliación y el Perdón. como se insinúa en la Parábola: «…y empezaron el Banquete».
También está anunciada proféticamente la Eucaristía, Sacramento de reconciliación, en la Cena Pascual, que los israelitas, «despojados del oprobio de Egipto», celebraron por vez primera en la Tierra Prometida, al término de su Travesía (Paso, Pascua) por el Desierto (1″ Lectura).
Avelino Cayón
sugerencias litúrgicas
|
al ritmo de la semana
San José, esposo de la Virgen María – 19 marzo
San José es «el hombre justo» que Dios dio por esposo a la Virgen Madre, «el servidor fiel y prudente que puso al frente de su familia, para que, haciendo las veces de padre cuidara a su único Hijo, concebido por obra del Espíritu Santo, Jesucristo nuestro Señor» (Prefacio). El esposo de María es guía seguro y amoroso, defensa y sostén en la pobreza del trabajo cotidiano (carpintero) y en la tormenta de la persecución (huida a Egipto). No se conserva ninguna palabra de San José, pero se dice de él que fue dócil a la voz de Dios: su silencio que acata la voluntad de Dios es más elocuente que muchas palabras. Su obediencia es extraordinaria, inspirada en una gran fe para admitir el prodigio de]a virginidad de su esposa y madre a la vez, extraño y contrario a cualquier expectativa mesiánica de su tiempo. El Mesías será hijo de David porque José, desciende de David, del linaje de Abrahán, padre de los creyentes, había tomado como esposa, cumpliendo fielmente la ley, a una joven de linaje. José, el hombre justo y bueno, descubre el misterio de la presencia y de la acción de Dios en su esposa, y sabe situarse ante él, primero con el gesto de retirarse y luego obedeciéndole en la misión que se le confía. José fue guardián de Cristo y de su madre virgen, los dones más grandes que Dios podía confiar a un hombre. «Señor, protege sin cesar a esta familia tuya…y conserva en ella los dones que con tanta bondad le concedes».
J. L. O.
Para la Semana
Lunes 3: |
2 Samuel 7,4-5a.12-14a. El Señor Dios le dará el trono a David su padre. Romanos 4,13-16-18.22. José hizo lo que le había mandado el ángel del Señor. Mateo 1,16.18-21,24a. José hizo lo que le había mandado el ángel del Señor. o Lucas 2,41-51a. Mira que tu padre y yo te buscábamos angustiados. |
Martes 3: |
Ezequiel 47,1-9.12. El agua recorre el templo y desemboca en el mar saneándolo. Juan 5,1-3.5-16. El agua que sana de la piscina de Betesda. Cristo cura al enfermo en sábado. |
Miércoles 3: |
Isaías 49,8-15. He constituido alianza Con el pueblo para restaurar el país. Juan 5,17-30. Lo mismo que el Padre resucita a los muertos y les da vida, así también el Hijo da la vida a los que quiere. |
Jueves 3: |
Éxodo 32,7-14. Arrepiéntete de la amenaza contra el pueblo. Juan 5,3 1-47. Hay uno que os acusa: Moisés en quien tenéis vuestra esperanza. |
Viernes 3: |
Sabiduría 2,1a.12-22. Lo condenaremos a muerte ignominiosa. Juan 7,1-2.10.25-30. Intentaban agarrado, pero todavía no había llegado la hora. |
Sábado 3: |
Jeremías 11,18-20. Yo era corno un cordero manso llevado al matadero. Juan 7,40-53. ¿Es que de Galilea va a venir el Mesías? |