26/03/2007, Lunes de la 5ª semana de Cuaresma. Solemnidad. La Anunciación del Señor
Isaías 7, 10-14; 8, 10, Sal 39, 7-8a. 8b-9. 10. 11 , Hebreos 10, 4-10, san Lucas 1, 26-38

Me quejaba el otro día, desde estas mismas líneas, de que muchos jóvenes no saben enamorarse. Ahora traigo a colación algo peor: bien o mal enamorados, apenas quedan jóvenes que se declaren, y entre quienes lo hacen apenas hay quien sepa hacerlo. La liturgia de la declaración amorosa se está perdiendo, y creo que algo muy grande se nos queda, con ello, en el camino. Muchas parejas jóvenes se han originado con lo que por estos pagos se llama un «rollo», término cuyo significado me niego a explicar. Pero, como el amor (lo diré una vez más) es el arte de medir las distancias, a nadie debería extrañarle el que lo que empezó en un «rollo» terminara en una vomitona.

Basta de hablar de estupideces. Hoy es un día grande. Dios se ha enamorado, y ha amanecido esta mañana con la decidida intención de solicitar la mano… de una mujer; de la criatura más hermosa jamás salida de sus manos: de María de Nazareth. Hoy Dios (¡Dios sí!) se declara, y lo hará de una forma bellísima, litúrgica, clásica… Las distancias son muy importantes, deben ser las adecuadas, y ha elegido un mensajero, como en las obras clásicas, como en Shakespeare, como en Lope… ¡Eso es tener «clase»! Allá marcha el arcángel Gabriel, con el bendito mandado de solicitar la mano de la Mujer elegida por Dios.

«Salve, llena de gracia»… Y se arrodilla Gabriel, contemplando en esa joven más gracia de la que ha visto en los ejércitos de querubines. «María se turbó al oír estas palabras»… Y es que un arcángel de rodillas es el requiebro más hermoso que jamás ha hecho enrojecer a una mujer; es una requiebro a la altura de un Dios.

«Has hallado gracia a los ojos de Dios»… lo dijo en voz baja, como al oído y temblando: «Dios está loco por ti». «Concebirás en tu seno, y darás a luz un hijo» (…)

«¿Cómo será eso, pues no conozco varón?»… «Ya sentí desde muy niña ese Amor cuya noticia recibo de tus labios; y, seducida, hice propósito de no conocer jamás varón para ser toda de Dios. ¿Cómo ahora me dices «concebirás»?» «El Espíritu Santo vendrá sobre ti (…) y el Santo que nacerá de ti será llamado Hijo de Dios»… ¡Hijo de Dios! Y ved ahora al propio Dios arrodillado ante su amada, pidiéndola que quiera ser la Madre de su Hijo. Se postra tras el ángel, para no ser visto, porque las distancias son, sí, muy importantes y no debe arrollar la voluntad de la mujer. Calla Dios, calla Gabriel… Silencio. Son unos breves segundos, pero en ellos la salvación del género humano pende de los labios de una guapísima joven de apenas trece años…

«He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra»… Aplausos y trompetas en el cielo, pero en la Tierra… En la Tierra el Dios que sabe guardar las distancias ya está dentro de su Amada. «Y el Verbo se hizo carne»… ¡Qué bien lo has hecho, Señor! ¡A ver si aprenden!